Imagen referencial: Un científico argentino diseñó una técnica para utilizar semiembriones humanos a partir de la piel. Pixabay
El laboratorio del científico argentino José Polo genera miles de modelos de embrión sin necesidad de óvulos ni espermatozoides. Lo hace a partir de células de la piel reprogramadas para volver a un estado embrionario.
El investigador argentino huye del término embrión artificial. “No queremos generar falsas expectativas ni que la gente piense que vamos a tener un ejército de clones dentro de un año. La tecnología no ha llegado a eso todavía”, subraya Polo, de la Universidad Monash, en Melbourne (Australia).
El bioquímico narra los primeros días tras la fecundación, cuando el óvulo y el espermatozoide forman una única célula todopoderosa, con las instrucciones para convertirse en una persona con 37 billones de células.
El primer día tras la fertilización, el embrión solo tiene dos células. El segundo día ya son cuatro. El tercero, ocho. Y alrededor del sexto día se forma una estructura de poco más de 0,1 milímetros y unas 200 células llamada blastocisto. “Es como una pelota de fútbol que dentro tiene una pelota de tenis. La pelota de fútbol, cuando se implanta en el útero, es la que va a generar la placenta. Y la pelota de tenis es la que va a generar el bebé”, explica Polo.
El equipo del argentino ha tomado células de la piel y las ha rebobinado hasta un estadio similar al de las células del blastocisto natural, que son capaces de dar lugar a multitud de otras células especializadas: de sangre, de hígado, de músculo, de cerebro.
Puestas en contacto, esas células reprogramadas interactúan y en seis días forman un seudoembrión humano, una estructura del tamaño de un grano de arena a la que los autores denominan blastoide inducido o iBlastoide. Un solo experimento puede producir miles.
El grupo de Polo ha cultivado estos seudoembriones en el laboratorio hasta el equivalente de un blastocisto natural de unos 11 días. El consenso internacional, establecido en la investigación con embriones humanos sobrantes de las clínicas de fertilidad, marca una línea roja de 14 días, el momento en el que un embrión ya no se puede dividir para dar lugar a gemelos.
El día 14 se podría ya manejar el concepto de individuo, aunque la realidad es que hasta el 75% de las fecundaciones exitosas se pierden en esas dos primeras semanas de embarazo, según los datos de Polo.
Los seudoembriones humanos abren la caja negra del desarrollo embrionario —de difícil acceso por los obvios límites éticos— y facilitan la investigación de las causas de infertilidad y de las enfermedades congénitas.
“Los iBlastoides pueden servir de modelo de las dos primeras semanas, así que podemos estudiar qué mutaciones o qué toxinas hacen que este proceso falle”, opina el investigador. Su avance se publica este miércoles en la revista Nature.
Imagen referencial: El grupo de Polo ha cultivado estos seudoembriones en el laboratorio hasta el equivalente de un blastocisto natural de unos 11 días. Pixabay
Otro equipo científico, liderado por el biólogo molecular chino Jun Wu, anuncia en paralelo en Nature la creación de seudoembriones humanos a partir de células madre embrionarias, derivadas de blastocistos naturales, gracias a la optimización de los protocolos de cultivo en el laboratorio.
Los seudoembriones humanos generados por los equipos de José Polo y Jun Wu no son funcionales, se deshacen con el paso de los días. Los equivalentes en ratones, implantados en el útero de las hembras, tampoco son viables.
Todo apunta a que los seudoembriones humanos son incapaces de dar lugar a un bebé ni a nada que se le parezca. Shahbazi cree que “no hay ningún problema ético” en estudiar estas estructuras más allá de la línea roja de los 14 días. “No hay ninguna legislación que establezca cuáles son los límites para este tipo de investigación, porque es algo muy nuevo, pero claramente se pondrán límites.
Estos modelos de embrión, ahora mismo, no podrían generar un organismo entero, pero quién sabe si de aquí a 10 o 15 años eso se va a conseguir”, apunta Shahbazi.
El equipo del biólogo español Alfonso Martínez Arias generó el año pasado, a partir de células embrionarias cultivadas en laboratorio, estructuras similares a un embrión humano de entre 18 y 21 días, pero sin la semilla del cerebro ni los tejidos que formarían la placenta.
Martínez Arias, entonces en la Universidad de Cambridge, es uno de los referentes internacionales que en 2018 urgió a debatir los aspectos éticos de la investigación con modelos de embriones humanos.
Martínez Arias, recién incorporado a la Universidad Pompeu Fabra, en Barcelona, cree que los futuros modelos de embriones, ya perfeccionados, tendrán que regularse con las mismas reglas éticas que los embriones reales.
La investigación con modelos de embriones humanos está en ebullición. El chino Jun Wu, ahora en la Universidad de Texas (EE UU), ya colaboró con el español Juan Carlos Izpisúa en la creación en 2019 de embriones artificiales de ratón a partir de una única célula de la oreja.