Entrevista a Mario Ruiz, director del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional.
¿El Instituto Geofísico esperaba el comportamiento actual que tiene el volcán Cotopaxi, tomando en cuenta que en su actividad histórica ha habido episodios más grandes?
Lo que ha ocurrido desde el 14 de agosto (2015) es mínimo en comparación con las erupciones anteriores, como por ejemplo la de junio de 1877, por lo que el Instituto Geofísico no descarta un proceso eruptivo más grande.
¿Se conoce si esta especie de calma ocurrió en sus períodos eruptivos pasados?
Antes de la erupción principal de junio de 1877 se tuvieron las primeras manifestaciones siete meses antes. Un volcán no necesariamente tiene que seguir un patrón, es como una referencia. Antes de las erupciones históricas se han tenido períodos de meses y pocos años de reactivación antes de los eventos mayores.
¿Cómo es la actividad actual del coloso?
En los últimos días se ha notado una marcada disminución en el tamaño de las emisiones. Ya no se observan las columnas grandes, que tuvimos hasta octubre. En estos días se ven pequeños penachos de vapor, que no sobrepasan los 100 metros de altura. Tampoco se ve la emisión de ceniza.
¿A qué se debe ese comportamiento?
En la sismicidad existe un número relativamente alto de sismos volcano-tectónicos. Ayer (domingo) se contabilizaron 95 eventos, que se producen por el fracturamiento de la roca, debido a presiones internas del volcán. También hay una cantidad pequeña de sismos de largo período.
¿Qué hace que haya fracturamiento de la roca?
Cualquier cambio en el estado de esfuerzos del volcán puede producir este fracturamiento. Por ejemplo, movimientos en la columna de magma, presiones por un incremento de gases en el conducto, migración de magma o gases por nuevas fracturas alrededor del edificio volcánico o reactivación de fallas tectónicas, vecinas al volcán. Es una señal de que existen condiciones anómalas.
Si hay este comportamiento interno, pero no se manifiesta superficialmente, ¿qué nos quiere decir el volcán?
Desde el 15 de diciembre hasta el 1 de enero registramos una tasa relativamente baja de emisiones de dióxido de azufre. Era menor a 1 000 toneladas por día. El 5 de diciembre tuvimos 1 800 toneladas, aunque el 14 de agosto llegamos a 17 000 toneladas.
Después, las emisiones fueron disminuyendo, al nivel de antes de la reactivación: de 300 a 500 toneladas. Esos eran nuestros parámetros de referencia y en diciembre se estaban acercando a esos niveles. Pero el 2 y 3 de enero se presentaron valores por sobre las 1 000 toneladas de dióxido.
¿Por qué aumentó?
Al tener un número alto de sismos se puede alterar la columna de magma y si hay movimiento se separa el gas que está diluido en el interior del magma y se libera. La mayoría de parámetros nos indica que hay una tendencia a la disminución de la actividad, sin embargo, no se llega a los niveles previos a abril, cuando se registró su reactivación.
Han transcurrido dos meses de poca actividad superficial, ¿qué proyecciones hace el Geofísico?
Es difícil establecer un pronóstico. Lo podemos describir como un estado aparentemente estable. Es mejor observar cuidadosamente qué es lo que hace el volcán para tener un criterio más claro de su comportamiento futuro.
Con estos antecedentes, ¿qué precauciones debemos tener los habitantes?
El volcán nos hizo un llamado de atención. El país estaba viviendo de espaldas al volcán e ignorando sus implicaciones. Nos dijo aquí estoy y hay peligro. Hemos incrementado el monitoreo. Por ejemplo, la Universidad de Idaho (EE.UU.)
instala -desde hace un mes- un sistema de detección de lahares, basado en señales de infrasonido que producen los flujos de lodo. Vamos a instalar una estación sísmica de última generación.
La Agencia de Cooperación de Japón (Jica) aprobó un proyecto para mejorar el sistema de monitoreo, con dos estaciones sísmicas adicionales.
¿A qué distancia se encuentra el magma?
Es muy difícil tener una distancia exacta, pero el magma no está muy cerca de la superficie ni a muchos kilómetros de profundidad. Podríamos calcular que está a 2 o 3 kilómetros bajo la cumbre.
¿Cuánto tiempo debe pasar para evaluar si el volcán Cotopaxi se calma o sigue con su proceso eruptivo?
Mientras los parámetros no retornen a sus niveles anteriores, existe la posibilidad de que cambie la aparente tranquilidad. Por eso, estamos planteando al Gobierno una revisión de los modelos de las zonas afectadas por los lahares. La idea es actualizar los datos del mapa de afectación de los lahares que se hizo en el 2004, con una constatación en el terreno.
La situación del volcán ha cambiado. Se tiene nueva información sobre el área cubierta por los glaciares y se nota una disminución sustancial en los últimos 10 años. Esto va a tener una directa implicación sobre las zonas amenazadas.
¿Qué datos?
Tiene que ver con la altura de los lahares, el área afectada, la velocidad del recorrido y hacer estimaciones de los niveles de socavamiento. Planteamos como Instituto Geofísico hacer un estudio general para todas las zonas amenazadas por el Cotopaxi.
Perfil
Mario Ruiz es sismólogo y desde el 2013 ocupa la Dirección del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional.
Tiene un PhD en Ciencias Geológicas en la Universidad de Carolina del Norte (EE.UU., 2007). Máster en Ciencias en Geofísica en el Instituto Tecnológico de Nuevo México (EE.UU., 2004).
Él cree que la población puede regresar a sus casas, pero siempre pensando en que debemos usar este tiempo para mejorar nuestra preparación y trabajar en la capacitación.