Este grupo de perros callejeros habita en los alrededores de San Roque. En la foto caminan por la av. Mariscal Sucre. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Caminar por la calle y encontrarse con un perro agresivo es atemorizante. En ocasiones, ese miedo tiene una justificación segundos después.
Le ocurrió a Gerardo Luna Toro, de 49 años, quien recibió mordidas de un perro akita el lunes de esta semana. Eran las 19:00 cuando él salía junto a su mascota desde la casa de su madre, ubicada en La Mena, en el sur de Quito.
Al presentir el ataque, Luna cargó a su perra, pero no pudo evitar el ataque. El akita mordió a su mascota en el cuello y el hombre la defendió. Se sintió desesperado e intentó abrir el hocico del animal. Por ello tiene heridas en la pierna y en el brazo. Hubo muchos testigos, dice Luna, pero solo un vecino le ayudó a detener al akita.
En lo que va del 2018 se han registrado 73 agresiones. La cifra es alta considerando que en todo el 2017 hubo 85. De todos los expedientes tratados en el año en curso se han resuelto 65.
¿Qué significa? Que se sancionó al dueño de la mascota, se realizó una prueba de comportamiento y el perro la pasó. En ocho casos se resolvió eutanasia para el animal, por no aprobar la evaluación.
David Durango, guía del Centro Canino del Cuerpo de Bomberos de Quito, señala que no hay que tener miedo sino precaución, porque un perro solo ataca si se le activa el instinto. Se piensa que los doberman, pitbull, pastor alemán son violentos, pero no es así. Estos actúan de acuerdo con el trato que reciben. “Si yo soy agresivo, él me morderá para defenderse”, explica.
Los perros de la calle buscan ser líderes de la manada, por lo que es común que ataquen a los niños. Mientras los pequeños piensan que es un juego los perros defienden su territorio.
Por eso es importante enseñarles que si ven a un perro en la calle, se fijen en su actitud. Si va a morder, el perro levanta la cola firme o la mueve despacio, eleva sus orejas y las apoya en la cabeza; se pone tenso, se lame los labios, mira fijamente y muestra los dientes. El pelo del lomo se para (piloerección).
En una situación así, se debe mantener la calma y no correr. Hay que acelerar el paso discretamente y alejarse. Evitar el contacto visual con el perro, porque este lo puede tomar como reto. Si el animal está muy cerca, hay que subir la mano y simular que se le lanza algo, para que el perro corra.
Si el perro empieza a morder, Durango recomienda ponerse en posición fetal para que el animal sienta a la persona sumisa y la deje. Si el hombre patea, pega, extiende los brazos y grita, avivará la agresión.
Otra sugerencia es ponerse al nivel del perro, para darle confianza. Este muerde y se aleja cuando siente al contendor más fuerte. Si siente que es del mismo grado, muerde por un rato. Y si piensa que es más débil, muerde y no suelta, porque asume que tiene una presa.
Cuando aparece una jauría, es importante mantenerse distantes, porque podría desatarse una pelea de perros. El año pasado en Quito se registraba un promedio de tres perros callejeros por habitante, según la Agencia Metropolitana de Control (AMC). Pero este año la cifra llegó a 3,5 por habitante.
La entidad ha detectado que en los sectores de El Panecillo, La Colmena, San Juan, La Mena, Solanda, Chillogallo, Guamaní, Llano Chico, Llano Grande, Comité del Pueblo, Carapungo, El Tingo y La Bota hay una mayor concentración.
Influye, por ejemplo, que hay puntos con laderas donde las mascotas se refugian y las personas que botan basura ahí se vuelven fuentes de comida.
Lady Salazar, del departamento de Fauna Urbana de la Agencia, afirma que se trata de animales que no tienen dueño o están perdidos. Muchos no han sido vacunados ni esterilizados y por ello podrían convertirse en foco de infección.
La funcionaria señala que a pesar de las campañas de esterilización gratuitas, la problemática de perros callejeros crece. En los barrios de mayor presencia, la gente suele rechazar la esterilización, indica Salazar. También hay gente que compra perros y luego los abandona. Estos últimos se conocen como callejizados y son los que suelen ser atropellados o atacados, porque no saben sobrevivir en la calle.
El proyecto Urbanimal suele rescatar perros de las calles, evaluarlos, curarlos y ponerlos en adopción. En la Agencia de Control se reciben denuncias en sus redes sociales.