Los continuos ataques en Siria, han provocado que los hospitales colapsen y no exista la atención necesaria para mujeres y niños afectados. Foto: AFP
Niños con quemaduras en la cara o desnutridos o madres que acaban de dar a luz: los hospitales del noreste de Siria están desbordados de pacientes del campamento de Al Hol, que alberga civiles que salieron del derrotado califato del Estado Islámico (EI) .
Entre 30 y 50 pacientes, principalmente las mujeres y niños, son recibidos todos los días por un puñado de establecimientos en una región carente de medios.
“La situación es trágica”, resume Aydin Sleiman Jalil, director del principal hospital de la ciudad de Hassaké situada a unos 50 kilómetros del campamento de desplazados de Al Hol, donde están hacinadas más de 70 000 personas en condiciones extremas.
En este hospital, las habitaciones se suceden a lo largo de los pasillos iluminados por pálidas luces de neón. En una habitación, varias mujeres en niqab negro, instaladas en camas de hierro, acaban de dar a luz. Cerca de ellas, en cunas, los recién nacidos se envuelven en mantas gruesas.
En otro piso, una iraquí llegó hace una semana con tres niñas. Una de ellas, Ruwaida, murió el lunes en el hospital como resultado de sus quemaduras.
“Tenía dos años”, dice Badreya Kamel, en voz muy baja detrás de su niqab.
La joven de 24 años vive desde hace cinco meses en el campamento de Al Hol. Abandonó la aldea de Kishma, que estuvo bajo control yihadista en el este de Siria.
Contó que dejó su carpa para ir a buscar desayuno y dos de los niños encendieron una estufa, provocando un incendio.
Hafsa, de 10 años y su hermana menor Zubeida, de 4, sobrevivieron. Para curar sus heridas, aún en carne viva, estan untadas en una grema grasa.
Sumergidos
“Hacemos lo que podemos, pero no es suficiente, necesitamos más atención, más medicamentos, cirujanos estéticos”, lamenta Jalil.
En total, unos veinte pacientes de Al Hol están actualmente hospitalizados en sus instalaciones de Hassaké.
El hospital también recibe a diario más de cincuenta visitas al campamento para consultas: personas heridas que necesitan cambiar las vendas y limpiar una herida o personas que padecen enfermedades crónicas.
“Nos faltan equipos, medicamentos, fondos y personal médico“, afirma Jalil. “Ninguna organización nos ayuda” , reclama.
Solo en marzo, unas 2 000 mujeres y niños de Al Hol que sufrieron principalmente “quemaduras o desnutrición” fueron trasladados a los hospitales locales “sumergidos en la crisis” , reconoce el Comité Internacional de Rescate (IRC) .
Dos hospitales de campaña deberían abrir en Al Hol a finales de abril, aseguró la ONG.
“Hay una necesidad urgente de ampliar los servicios de salud en el campo”, confirmó la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) .
Naciones Unidas desbloqueó 4,3 millones de dólares para ayudas adicionales, especialmente para “el desplazamiento de equipos y de clínicas móviles, de servicios de diagnóstico y de tratamiento” , y también para programas contra la desnutrición, según la OCHA.
Niños quemados
El 23 de marzo, las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) proclamaron el fin del califato del Estado Islámico, al término de una ofensiva que permitió sacar a los yihadistas de su último bastión, en la ciudad de Baghuz (este) .
Las FDS tuvieron que frenar sus operaciones varias veces para permitir la evacuación de civiles, familias yihadistas y combatientes de la organización ultra radical que se rendían.
Pero algunos resistieron hasta el final en el pequeño reducto de EI mientras que los bombardeos y las feroces luchas causaban estragos.
Entre las últimas llegadas a Al Hol, figuran numerosos heridos por estos enfrentamientos, según la IRC.
Saniya Rustom llegó hace tres semanas al hospital de Hassaké, donde comparte una habitación con dos rusas y sus hijos.
Esta mujer tártara, de 32 años, estaba en Baghuz, donde permaneció con sus niños en una zanja disimulada bajo una alfombra de yute. Con los bombardeos, la alfombra se incendió.
“Los niños quemados necesitaban ayuda, buenos médicos” , lamentó en un árabe titubeante.
De sus seis hijos, solo queda Mariam, de 5 años. Los otros murieron en bombardeos o por quemaduras, dijo.
Su pequeña está sentada en la cama del hospital, con el pelo rubio corto. A pesar de sus sienes y sus mejillas quemadas, sostiene con su delgado brazo vendado, un bolígrafo y hace garabatos en una libreta.