Este cantón de Guayas es parte de la Ruta del Cacao, un viaje con historia, cultura y naturaleza. Foto: Elena Paucar / EL COMERCIO
El clima en Naranjal varía en solo minutos. Es cálido en sus fincas cacaoteras y húmedo en la cordillera Molleturo, coronada por espesa neblina.
Este cantón del Guayas, ubicado a dos horas de Guayaquil, tiene una oferta turística tan camaleónica como su clima: permite convivir con pueblos ancestrales; el cangrejo sazona su gastronomía; está rodeado de bosques y en sus tierras nace un cacao con historia.
La aventura arranca al tomar la vía Panamericana. En la entrada a Naranjal, siete cerros se elevan como guardianes gigantes. El guía Sergio Torres cuenta que sus nombres reflejan la herencia montuvia.
El cerro Cimalón fue bautizado así por su gran altura. Y el Más Vale surge de una leyenda. “Cuentan que un gringo llegó a estas tierras y quiso comprarlo. Sacó sus billetes verdes, desconocidos para la gente que le decía: ¡Más vale!”.
Después de atravesar las montañas, la primera parada es el restaurante Madera Fina, donde Aidé Medina ofrece una taza de chocolate. “Este es el sabor del cacao fino”, dice.
El cacao es el sello turístico del cantón y la marca de una ruta impulsada por la Dirección de Turismo de la Prefectura del Guayas. “La pepa de oro, de la mazorca amarilla, financió revoluciones, como la del 9 de Octubre -dice el guía Torres-. Y dio paso a los grandes terratenientes”.
El chocolate se acaba y el camino sigue hacia el bosque húmedo de la cordillera Molleturo. En medio de su espesa vegetación se asienta la comuna San Miguel, que custodia una fuente de aguas termales.
Esta comunidad agrícola, fundada hace 50 años, apuesta por el ecoturismo. Los visitantes atraviesan un sendero durante 30 minutos, para llegar al origen de las aguas sulfurosas que brotan de entre rocas enormes. En lo profundo de la montaña, los comuneros han hallado vestigios que apuntan a antiguos pueblos cañaris.
Bajo tierra, las termas estarían conectadas con el Centro Shuar Tsuer Entsa, o aguas calientes, donde el chamán Arturo Wajai da la bienvenida. A su alrededor, Elsa Salazar y otros comuneros hacen una danza típica. “Nuestros ancestros salieron de la Amazonía para dejar raíces en esta tierra”.
En este complejo turístico se pueden degustar maitos, relajarse en piscinas de aguas termales de hasta 40°C, disfrutar de masajes con barro y recibir limpias y curaciones.
Después de despejar las malas energías es tiempo de ir al rancho San Jacinto, en el kilómetro 14 de la vía Naranjal-Guayaquil. Luis Eduardo Crespo, su propietario, invita a subirse a un vagón de madera, arrastrado por un tractor, para experimentar el agroturismo.
Es un recorrido por establos y extensos cultivos. Pero lo más llamativo es que aquí nació el CCN51, el cacao de la colección Castro Naranjal, un clon de alta productividad.
Homero Castro, su inventor, usó el rancho como laboratorio. “El cacao fino produce luego de seis años. Este ingeniero dijo que desarrollaría un cacao que daría fruto en un año y mi padre creyó en él”, cuenta Crespo. En San Jacinto mantienen la huerta donde trabajó Castro, hace más de 30 años.
Parte de los productos del rancho, como el cacao, se convierten en piqueos típicos. Estos se ofrecen al paso en el paradero El Samán, junto a la vía.
Perosi de platos fuertes se trata hay que detenerse en el restaurante Picho, donde la especialidad es el cangrejo rojo de manglares naranjaleños.Fuera de la tradicional ensalada, el chef Édgar Berruz ha innovado la gastronomía local con sus recetas de corvina en salsa de cangrejo y carrusel de mariscos con patas gordas. “Naranjal es la capital del cangrejo rojo y su sabor es único”.