Las captaciones ilegales de dinero en Quevedo, a través de una firma denominada Big Money, ha puesto en escena -nuevamente- un esquema de estafas que se ha repetido durante siglos, tanto en economías desarrolladas como en países pobres. Y todas ellas tienen como telón de fondo la historia de Carlo Ponzi, un italiano que vivió de estafa en estafa.
Javier Navarro, editor del portal elblogsalmon, escribió sobre Ponzi en diciembre pasado y resumió su vida en un artículo llamado: ‘Carlo Ponzi, el vividor que engañó a EE.UU.’.
A ese país llegó en 1903. Después de varios trabajos menores como camarero en Nueva York y pintor de carteles en Florida, Ponzi se fue a Montreal, donde trabajó en un banco que daba servicio a inmigrantes. En 1907 las autoridades canadienses lo descubrieron falsificando un cheque y fue a la cárcel, cuenta. Después de este intento, Ponzi volvió a ir a la cárcel en Atlanta por dos años, tras intentar ingresar ilegalmente a cinco inmigrantes.
En 1918 conoció a la mujer con la que se casaría, Rosa Gnecco, hija de un tendero de Boston. Un año más tarde intentó establecer una revista de negocios internacionales. Un periodista español interesado en la publicación le envió una carta con un International Reply Coupon, un pequeño cupón que algunos países vendían y podían ser canjeados por efectivo en el lugar de destino. Ponzi descubrió que en esa operación podía obtener un 10% más de lo que había pagado el periodista español, gracias a la devaluación de las divisas europeas y una normativa que permitía que todo fuera legal.
Montó una empresa llamada Securities Exchange Corporation, que prometía a sus inversores un 50% en 45 días o duplicar la inversión en 90 días. Pero Ponzi empezó a pagar a los viejos inversores con el dinero de los nuevos.
Y ese es precisamente el pilar de los sistemas Ponzi: pagar a los inversores con el dinero de los nuevos incautos.
Navarro cuenta que Ponzi llegó a tomar USD 10 millones de 20 000 inversores. Se compró una mansión, prometió una donación de 100 000 dólares a un albergue infantil. También se paseaba por Boston en una limusina con chofer y un bastón con el mango de oro.
Como no hay crimen perfecto, el 26 de julio de 1920, el Boston Post descubrió que para que las inversiones de Ponzi tuvieran sentido debieran estar circulando 160 millones de cupones, pero según el servicio postal de Estados Unidos solo había unos 27 000. El 12 de agosto de 1920 fue acusado de 86 cargos de fraude postal.
Pasó tres años y medio en prisión federal. Luego, en Florida, prometía retornos del 200% en 60 días a través de la venta de terrenos pantanosos. También fue capturado y condenado. Sus últimos años vivió en Río de Janeiro, Brasil, donde murió en 1949, en un hospital de beneficencia.
Los esquemas Ponzi son materia de estudio obligado para cualquier autoridad de control, ya que puede ocasionar daños económicos a miles de ciudadanos que piensan que se puede ganar muchísimo dinero en poco tiempo.
En el caso de Big Money, por ejemplo, el ofrecimiento es cobrar una tasa de interés del 90% semanal, lo cual es más osado que cualquier propuesta de Ponzi. Este tipo de estafas, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), florece incluso en los países desarrollados.
El sofisticado marco regulatorio de Estados Unidos no impidió el rápido crecimiento y el colapso del esquema de Bernard Madoff, valorado en USD 65 000 millones a finales de 2008 ni el derrumbe posterior de muchos otros durante la crisis financiera mundial.
En España, este tipo de estafas son más antiguas que el mismo Carlo Ponzi. En 1875, Baldomera Larra era un personaje célebre en el Madrid porque ofrecía un 30% de ganancia mensual.
Durante meses todo marchó sobre ruedas y sus clientes recibieron sin problema los beneficios prometidos. Pero como el negocio era insostenible, terminó huyendo, dejando miles de damnificados que depositaron un capital de 19,9 millones de reales de vellón, una fortuna en la época, según el diario La Vanguardia. A Baldomera Larra se la considera la inventora de las estafas piramidales.
Para el FMI, los esquemas de Ponzi han tenido mayor impacto en países con marcos regulatorios más débiles, como en Albania, donde en 1996 los disturbios provocaron muertes y la caída del gobierno.