Pintura de la vida familiar del mariscal Antonio José de Sucre y de la marquesa Mariana Carcelén. El matrimonio se celebró el 20 de abril de 1828, mientras él cumplía funciones presidenciales en Bolivia. Foto: cortesía Museo Casa de Sucre
Una de las frases más célebres con las que Simón Bolívar enalteció la figura de Antonio José de Sucre fue la que pronunció en 1820. El Libertador entró en Cúcuta y dijo: “Es uno de los mejores oficiales del Ejército: reúne los conocimientos profesionales de Soublette, el bondadoso carácter de Briseño, el talento de Santander y la actividad de Salom: por extraño que parezca, no se lo conoce ni sospecha sus aptitudes. Estoy resuelto sacarle a luz, persuadido de que algún día me rivalizará” (Juan Orenes, Los libertadores, Caracas, Imprenta de L. Rears, 1950, p. 54).
Poco después, Sucre sería protagonista de una serie de episodios militares que permitirán consolidar la independencia de una buena parte de América del Sur.
Luego de la Batalla de Pichincha, Sucre conoció a Mariana Carcelén, quien junto a su madre y hermanas se había refugiado en el convento de Santo Domingo cuando se libraba el combate en las breñas del monte quiteño. Más tarde, Sucre al enterarse de que tan distinguidas damas se hallaban en ese lugar acudió a ofrecerles seguridad, iniciándose, entonces, un romance entre Mariana y el cumanés. Pronto consultó a Bolívar sobre este romance. Lo hizo en calidad de “amigo y confidente” ( Benjamín Arias, Edición acéfala, Caracas, s/a, p. 28).
Mientras Sucre cumplía funciones presidenciales en Bolivia, el Mariscal mantuvo con Manuela un intenso intercambio epistolar, dando como resultado el hecho de que la familia Carcelén “comenzó a presionar a Manuela para que se concrete el matrimonio, puesto que debía arreglar asuntos económicos luego de la muerte de su padre, Felipe Carcelén y Sánchez de Orellana, quien dejó cuantiosos bienes a sus hijos, entre ellos a Mariana, segunda de siete hermanos…” (Ibid, Arias, p. 35).
En estas circunstancias, Sucre entregó un poder al general Vicente Aguirre para que le representara en la ceremonia matrimonial que se efectuó en Quito el 20 de abril de 1828. En ese mismo encargo, el Mariscal pidió a su comisionado adquirir la parte nororiental de la mansión Carcelén (actual Museo Casa de Sucre, en Quito) para destinarla a residencia matrimonial, adjuntando, incluso, planos gracias a sus estudios de ingeniería cursados en años juveniles.
El 18 de abril de 1828, después del motín de Chuquisaca, en donde su vida corrió peligro, renunció a la Presidencia de Bolivia y se dirigió a Quito, ciudad a la que llegó el 30 septiembre para hacer vida familiar con su esposa. Ya en la antigua capital de la Audiencia recibió una carta de Bolívar, en la que le decía: “Ojalá sea usted más dichoso que los héroes de la Grecia cuando tornaron de Troya. Quiera el cielo que usted sea feliz en los brazos de su nueva Penélope”( Roger Pita, La Marquesa de Solanda y el general Antonio José de Sucre, Biblioteca Virtual Luis Ángel Arango. Cred. Hist. No.273).
El 10 de julio de 1829, nació una niña, a la que pusieron por nombre María Teresa de Sucre y Carcelén de Guevara. Si bien fue motivo de alegría para Sucre, “ hubiese preferido un soldado para la Patria” (Salcedo Bastardo, Antonio José de Sucre de mi propia mano, México, Biblioteca Ayacucho, 1995 p. 380).
Fue bautizada el 11 del mismo mes por Pedro Antonio Torres, párroco de la iglesia de El Sagrario, quien a su vez fue capellán del Libertador Simón Bolívar.
Existe un dato curioso que se registra en una hoja marginal del libro de bautizos de españoles de 1819 a 1831. “Niña bautizada en forma prevenida en razón de la grave enfermedad de su madre la Sra. Mariana Carcelén”. ( Nota localizada a final del libro referido). Esto significa que la niña nació enfermiza y se halló en peligro de muerte, razón por la que recibió el sacramento de manos de un seglar, luego de lo cual, de forma apresurada, recibió las aguas bautismales en la iglesia de El Sagrario, muy próxima a la residencia de los esposos Sucre -Carcelén.
Este dato se confirma con la carta de Sucre a Juan José Flores, de fecha 15 de julio de 1829, quien fue padrino de bautizo, y fue representado por su esposa Mercedes Jijón, que a su vez era prima hermana de la madre de Mariana. En la misiva le ofrece detalles de la ceremonia, en la cual relata que incluso hizo cerrar las puertas de la iglesia debido a que el Mariscal no deseaba fiesta ni mucho menos, por la situación de salud de su cónyuge.
De ello da testimonio al propio Bolívar en cartas del 22 de agosto y 7 de septiembre de 1829, diciéndole: “Yo me restablecí de mi ataque de disentería, pero estoy molestísimo, porque mi mujer aún no se levanta de la cama, no obstante que tiene cuarenta y seis días de su parto. (…) anteanoche le han rajado por tres o cuatro partes su pecho que se le ha hecho cecinas de una apostema. Aún no está libre de que el cirujano tenga que hacerle alguna nueva operación. (..) Hoy le han rasgado de nuevo el pecho. Esta vida es un martirio” (Manuel Guzmán, Breves datos sobre Sucre en Quito, (folleto) BAEP, s/a, s/e. p. 16).
Restablecida la salud de su esposa, Sucre se dedica a tareas hogareñas; sin embargo, debe asistir al Congreso Admirable y a su regreso, el 4 de junio de 1830, es asesinado en las selvas de Berruecos.
Cuando murió Antonio José de Sucre, su hija Teresita tenía apenas 11 meses de edad y su matrimonio con Mariana Carcelén no había cumplido los dos años. (El Comercio, Ideas, 3 de septiembre del 2017. )
Pasados un año y 12 días de la muerte del Mariscal, Mariana Carcelén y Larrea contrae nuevas nupcias con el coronel Isidoro Barriga, comandante General de Armas del Ecuador, “distinguido, honesto y gentil”. (Luis A. Rodríguez, Boletín de la Academia Nacional de Historia, Nos. 127-128, p. 216).
El historiador Ezequiel Márquez Tapia, en su artículo publicado en el boletín No. 115-116 de la ANH, afirma que un día de noviembre de 1832, la niña y el general Barriga estaban en juego entretenido cuando de improviso el general sufrió un resbalón y la pequeña sufrió una aparatosa caída de los brazos de su padrastro a la azotea de su casa y luego al patio, muriendo de forma instantánea.
Sin embargo, Rodríguez afirma que la niña no falleció en 1832, sino el 16 de noviembre de 1831, a los 2 años, 4 meses y 6 días de edad a causa de una enfermedad intestinal, con lo cual las acusaciones contra Barriga no tendrían fundamento. Para ello se basa en referencias del historiador colombiano José Manuel Restrepo, quien señala: “Murió en efecto, la tierna heredera del nombre de Sucre, de una enfermedad intestinal, tan frecuente entre los niños de Quito, atentas todas las versiones que, como la del Dr. Mariano Aguilera, íntimo de la Casa de los Carcelenes, merecen entera fe” (Ibid. Rodríguez, p. 218).
En los anales del hospital San Juan de Dios, se halla la noticia de que para 1831 “Quito sufrió un aguda crisis de enfermedades intestinales que causó la muerte de numerosos habitantes, sobre todo niños y ancianos, debido a que en las fuentes de agua de la llamada Chorrera del Pichincha, se hallaron varios animales muertos que contaminaban el agua de la ciudad y ello era la razón de esta grave enfermedad”(Archivo histórico del hospital San Juan de Dios, año 1831. Informes de médicos).
Los restos mortales de la niña Teresita de Sucre y Carcelén con seguridad fueron depositados por su madre en el sepulcro secreto del Mariscal de Ayacucho, su glorioso padre, en el convento del Carmen Bajo. (Ver El Comercio, 3 de septiembre del 2017)
*Doctor en Historia. Autor de varios libros sobre temas históricos nacionales.