Ni en estos días fríos y de heladas dejan de lado el oficio. Antes de las 06:00, cuando ni aclara bien el día, en ocasiones con neblina, decenas de mujeres salen de sus casas para cumplir con el ordeño de las vacas.
La venta de la leche cruda es el principal sustento de casi todas las familias de las parroquias cuencanas de Tarqui, Cumbe y Victoria del Portete. Pero el oficio está en manos de mujeres, principalmente.
La mayoría vive en el centro parroquial y cada mañana salen de sus casas, muy silenciosas, hasta una esquina acordada. Van bien protegidas, con la colorida pollera de Chola cuencana, chalina, chompa y sombrero o gorra de lana. Llevan botas de caucho, para evitar que sus pies se mojen al caminar en medio del pasto húmedo. El pasado miércoles Elsa, Margarita y Libia se encontraron con un saludo, en Cumbe.
Casi enseguida llegó el camión recolector de la leche que, como cada día, les acerca hasta los pequeños pastizales donde tienen el ganado. Trepan con habilidad al vehículo, sosteniéndose de una cuerda.
Elsa y Margarita se quedaron en el sector de Manzano. Libia, en cambio, fue a El Campamento, donde la recibió feliz su perro Negro. Allí se preparó para el ordeño. De una pequeña bodega sacó las cantarillas, cabos y baldes.
A sus vacas las identifica como la ‘pintada’ y la ‘panchita’. Les puso nombres para domesticarlas y en gratitud por el producto que le dan. “Los animales son como los seres humanos; como nos tratan, nos comportamos”, dice Libia.
Eso lo aprendió de sus padres, quienes trabajaron en una hacienda. Al casarse, Libia compró su primera vaca para seguir en esta actividad y mantener su hogar. Así lo relata mientras no para de apretar con fuerza las ubres de la ‘pintada’.
El trabajo duro
De estos territorios de amplios pastizales y ganado lechero salen unos 80 000 litros diarios. Cada familia tiene entre dos y cinco cabezas, por las cuales obtienen hasta 40 litros.
Con el último paro de la Conaie subió de 32 a 42 centavos el litro, comentó Libia muy contenta. “Es un trabajo fuerte, hay que madrugar con frío o lluvia, caen las heladas y nos quema el pastizal”, se lamenta Mercedes Mogrovejo.
Ella tiene tres vacas y dice que también hay gastos fuertes en vitaminas, alimentos adicionales y vacunas. Según Mogrovejo, por el alquiler de un pastizal para dos vacas, por dos meses, pagan USD 150. En promedio obtiene USD 100 cada 15 días.
Entre las 07:00 y las 10:00, al circular por la vía principal Cuenca-Loja, como parte del paisaje andino se ve a las mujeres afanadas: unas en la lucha de amarrar las patas traseras de las vacas, otras en cuclillas ordeñando o cargando los baldes de leche.
Se ve el esfuerzo, la dedicación y el amor de cada mujer. Casi siempre lo hacen solas, porque sus hijos ya crecieron y estudian, sus esposos trabajan en la agricultura o como albañiles.
El producto que sacan lo van colocando en las cantarillas de metal. Al terminar el ordeño, la siguiente tarea es mudar a los animales. Esto quiere decir que los ubican en otro sitio del potrero para que se alimenten el resto del día.
De allí, las campesinas avanzan con las pesadas cantarillas en sus espaldas, hasta la vía principal. Por allí volverá a cruzar el camión del intermediario, para llevar la leche y a ellas hasta sus parroquias.
Mientras esperan, las mujeres aprovechan para platicar y bromear por cualquier ocurrencia, como la de Margarita, quien quiere que se determine una fecha para el Día del Lechero. Todas reían y le secundaban con ideas.
Ese momento especial se interrumpió cuando llegó el camión recolector. Cada persona va entregando la leche obtenida, mientras un empleado del intermediario registra la cantidad, para el pago quincenal.De allí vuelven a trepar con habilidad en el camión para regresar a sus casas y continuar con las tareas del hogar.