Además de las donaciones, los propietarios del hotel han facilitado las instalaciones para la realización de talleres en prevención de riesgos. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Hasta hace dos meses la propiedad de los esposos Joost y Sully Birnie ubicada en el malecón de Canoa, en el norte de Manabí, funcionaba como un hotel. Pero desde el terremoto del 16 de abril, este centro turístico se transformó en una base de operaciones desde donde se canaliza la distribución de donaciones y el desarrollo de actividades de capacitación a la comunidad.
El propietario, originario de Holanda, calcula que las instalaciones del hotel Bambú, que funciona desde hace 22 años, están afectadas en un 70%. Varias edificaciones que conforman el hotel y que son de construcción mixta (madera y concreto) colapsaron, pero afortunadamente no hubo víctimas mortales.
Tras el terremoto, el hotel cesó sus operaciones turísticas y sus dueños abrieron el área del comedor y la cocina, que no sufrieron daños, para apoyar con la preparación de alimentos para voluntarios y damnificados. Diana Castillo fue una de ellas que se sumó a las tareas logísticas. Dos semanas antes del terremoto abrió una academia de baile, pero el 16 de abril perdió su casa y su negocio.
A dos meses de la catástrofe, Castillo ha encontrado en el voluntariado una especie de terapia para superar el impacto emocional del sismo y una vía de apoyo a la recuperación de su propia comunidad. Ella es parte de un grupo de ocho personas al que intermitentemente se van sumando grupos de otras ciudades y países. Acopio, clasificación y distribución de víveres, vituallas o útiles escolares se coordinan desde este centro turístico que se adapta a otras funciones, mientras se trabaja en su reconstrucción.
Una de las claves, dice Mayerling Palomeque, otra de las voluntarias, es la organización. Los voluntarios se organizaron para recoger información sobre el número de familias y sus necesidades en al menos 10 comunidades aledañas a Canoa. Esa información les permitió canalizar ágilmente los distintos tipos de ayuda que se ofrecen desde la sociedad civil, fundaciones y otras instituciones públicas y privadas.
La semana pasada, por ejemplo, se recorrió unas cinco comunidades donde se entregaron más de 300 kit de útiles escolares y se realizaron actividades recreativas y clown con un grupo de voluntarios del colectivo Clownpinches que llegaron desde Quito.
Además de las donaciones, los propietarios del hotel han facilitado las instalaciones para la realización de talleres en prevención de riesgos, rehabilitación psicológica y capacitación en oficios como elaboración de jabones, belleza o albañilería.
Afuera del hotel, Castillo coloca con cinta adhesiva un cartel anunciando el siguiente taller, que será una terapia psicológica a cargo de profesionales voluntarios de la fundación Sin Miedo, que se realizará este jueves 24 y viernes 25. Para Castillo, este tipo de charlas ayudan a sobrellevar las secuelas emocionales provocadas por el terremoto y los talleres enfocados en oficios ofrecen una oportunidad de reactivación laboral a los habitantes de Canoa.
La reapertura del hotel Bambú está prevista para finales de este año, mientras tanto seguirá ofreciendo su espacio para la canalización de ayuda.