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El éxito de la Web está en el desinterés de los usuarios

Imagen referencial. pixabay. El sitio web de contenido para adultos Luscious expuso los datos de todos sus usuarios por una brecha de seguridad. Foto: Pixabay

Imagen referencial. pixabay. El sitio web de contenido para adultos Luscious expuso los datos de todos sus usuarios por una brecha de seguridad. Foto: Pixabay

Imagen referencial. pixabay. El sitio web de contenido para adultos Luscious expuso los datos de todos sus usuarios por una brecha de seguridad. Foto: Pixabay

La pandemia nos ha puesto ante un fenómeno nunca antes visto en la era moderna. La Internet, o mejor dicho la capacidad de intercambiar información de manera rápida y en tiempo real, pasó de ser un complemento a convertirse en un servicio básico tan necesario como el agua o
la electricidad.

Pero detrás de todo esto hay un elemento que la sociedad todavía no comprende en su totalidad: los Términos y condiciones. Cada vez que un usuario hace clic en un enlace, que abre un correo, que sube una imagen a su cuenta de Instagram, que reproduce su video musical favorito, acepta las políticas de uso de los datos de cada plataforma, sitio o ‘app’ instalada en su celular, tableta, televisor, entre otros.

Antes de nada, no hay que satanizar el uso de esta información. Por ejemplo, durante esta crisis sanitaria, varios investigadores han impulsado el uso de relojes inteligentes para calcular sus signos vitales en tiempo real. Estos datos permiten tomar decisiones más prudentes, como resguardarse en casa si se presentan s­íntomas o entrar en contacto con las autoridades si los cuadros son severos.

Pero existen otras formas de recopilar información sin que exista un mayor control gubernamental y a la cual se accede fácilmente ya que el usuario pasa por alto la lectura de los Términos y condiciones.

¿Se ha preguntado por qué aparece cierto tipo de videos o publicaciones en Facebook que son de su agrado? La respuesta es sencilla: algoritmos.
Si bien hemos crecido con la idea de que cada individuo es único, lo cierto es que la informática puede crear perfiles detallados de todos los usuarios de Internet en el planeta.

Estas bases de datos luego son analizadas mediante sistemas de ‘big data’, que logran identificar ciertos patrones. Así, por ejemplo, el algoritmo de Instagram tiende a mostrar ciertos tipos de fotos, el de YouTube crea listas personalizadas con base en los videos más vistos en su plataforma, y el de Airbnb ofrece información de destinos que son muy tentadores cuando ni siquiera se piensa en viajar.

A todo este conjunto de información se lo conoce como ‘huella digital’. El problema radica en cómo logramos entender toda esa información que generamos y de la cual se lucra abiertamente, y con nuestro consentimiento.
En el 2018, el escándalo de Cambridge Analytica puso en escena esta problemática. A través de Facebook, los usuarios accedían a un juego para saber qué tipo de personalidad tenían. Al final, ellos llegaban a una respuesta satisfactoria.

Pero lo que no sabían era que esas respuestas no solo ayudaban a crear un perfil psicológico del usuario, sino que abrían una puerta para recopilar otros datos del usuario: ubicación, intereses, imágenes. Todo esto sirvió para crear una campaña a favor de Donald Trump en la que se distribuía noticias falsas que se acoplaban al gusto de cada uno de los usuarios y manipulaban sus emociones.

Dos años después, la desinformación sobre la importancia que tienen los datos personales se mantiene vigente.

Al inicio de la pandemia, las aplicaciones de rastreo de covid-19 se popularizaron como un método para saber cómo se movían los posibles infectados. Sin embargo, varios reportes indicaban que las primeras versiones de las ‘apps’ -la ­mayoría impulsadas por entes gubernamentales- accedían a información como ubicación por GPS, mensajes de texto, contenido almacenado en la memoria interna del celular, entre otros parámetros.

Estas alertas impulsaron a Google y a Android a crear una suerte de capa de seguridad extra en la que se genera información del usuario sobre posibles
contagios, pero no permite que la ‘app’ acceda a información privada del aparato.

En la mayoría de casos, cuando se usan estas aplicaciones o se visitan determinadas páginas, el usuario no entiende las políticas de uso de datos de navegación, ya sea por su complejidad legal o bien porque apenas se explicarsuperficialmente su finalidad. En efecto, un estudio realizado por la Universidad Carnegie Mellon determinó que tardaríamos aproximadamente 76 días en leer los términos y condiciones de todos los servicios digitales que se usan cada año.

Este escenario es más complejo cuando se intenta poner un valor monetario a todo ese conjunto de datos personales que generamos diariamente. Sin embargo, un indicador que revela la importancia de la información personal es la cantidad de dinero que se gasta en publicidad digital por cada usuario de Internet al año.

En lo que va del 2020, y con una clara tendencia al alza, se invertirán USD 79 en promedio en publicidad digital por cada usuario en el mundo. Pero este gasto solo es rentable cuando se conocen las audiencias, algo en lo que se han vuelto expertas las plataformas.

Una muestra de las ganancias que generan los datos personales es TikTok, que ha estado en el ojo del huracán precisamente por cuestionamientos sobre la privacidad de sus usuarios. En la actualidad, su sistema ofrece un paquete publicitario que dirige los anuncios a segmentos específicos, con base en sus intereses.

Así es como, por ejemplo, ciertas canciones lograron posicionarse a escala global, llevando al éxito mundial a artistas en varios géneros.
Es tiempo de fijarse más en los Términos y condiciones.