El origen y evolución de la escuela ha sucedido en paralelo al desarrollo y evolución de las distintas sociedades y los distintos momentos históricos.
Los primeros indicios de las escuelas datan de 2 000 años a. C. en Sumeria, en el contexto de la escritura cuneiforme, dirigida por los escribas, aunque hay evidencias de la existencia de escuelas primitivas en Egipto y China. Se estima que las antiguas culturas religiosas fomentaban el aprendizaje ritual, en especial en la India e Israel mediante la práctica a manos de un gurú o leyendo los textos sagrados.
El modelo de origen de la educación occidental nació en la antigua Grecia, que combinó las enseñanzas intelectuales con la educación física. En la Grecia helénica, en la escuela asistían los varones libres y se excluía a mujeres, esclavos y extranjeros, que debían aprender oficios con base en la repetición o la enseñanza familiar.
Se llamaba paideia y consistía en la transmisión de dos tipos de saberes: los valores (saber ser) y la técnica (saber hacer). El maestro (grammatikós) fomentaba la nemotecnia y ejercía el castigo físico. La finalidad era formar ciudadanos para la guerra, según el modelo espartano, o bien imbuirlos en los valores locales, como en el caso de Atenas.
El modelo griego se denominó enkiklos paideia -enciclopedia-, que comprendía la crianza en el hogar hasta los 7 años -llamada trophé-, a manos de la madre o nodriza; se inculcaba valores y tradiciones griegas. Luego el niño ingresaba a la paideia suministrada por el Estado, donde profesores lo formaban en saberes hasta los 14 y 18 años. Más tarde el adolescente ingresaba a la efebía (Atenas) o melestrenia (Esparta), para recibir una instrucción de mayor complejidad que lo acompañaba durante su vida.
Aristóteles propuso tres acciones para vivir bien: el trabajo, el descanso y el tiempo libre. El tiempo libre, que comprendía la escuela, era destinado para cultivar el alma. La palabra escuela proviene del latín schola y del griego scholé, que podría traducirse como ocio o tiempo libre.
Escuela monástica
Los monasterios fueron los escenarios de la educación en la Edad Media. La formación del clero y los contenidos se relacionaban con la Biblia, las oraciones y la liturgia. Los clérigos se consideraban personas letradas, frente a la mayoría analfabeta. Prevaleció la memorización de textos en latín. Carlomagno (742-814) creó en los monasterios las escuelas abiertas -de carácter oral- para gente pobre, aunque tenían prioridad los hijos de las familias nobles, que sí podían leer y escribir.
Escuela de oficios
Con la modernidad llegó la imprenta, se difundieron los libros y aparecieron las escuelas de oficios. Recogió las aportaciones del humanismo y el realismo pedagógico del s. XVII, que se ilustró con la didáctica de Amós Comenio y las ideas de John Locke y René Descartes. Nacieron las primeras instituciones educativas y la clase obrera. Como instrumento de la modernidad, la escuela fortaleció la idea del progreso y la valoración del conocimiento como llave para dominar la naturaleza.
Educación nueva
En el siglo XIX y comienzos del XX apareció la educación activa, con Nietzsche, Stanley Hall, William James, Bergson, y otros, aunque el real iniciador de la “educación nueva” fue Jean-Jacques Rousseau. Comenzó el proceso de democratización de la enseñanza con los principios de universalidad, obligatoriedad y gratuidad. Se instaló dentro de patrones conductistas -Iván Pavlov y Frederic Skinner- quienes reforzaron modelos autocráticos. Nació la escuela para formar la mano de obra.
Escuela liberadora
En el s. XX hubo notables aportes: Jean Piaget y Lev Vigotsky, el desarrollo cognitivo; Albert Bandura, el aprendizaje social; David Ausubel, el aprendizaje significativo; Joseph Novak y Tony Buzan, los mapas conceptuales y mentales; María Montessori, la pedagogía científica; Paulo Freire, la educación liberadora. Hubo también detractores de la escuela, como Iván Illich, quien formuló una propuesta radical: eliminar la escuela, desescolarizar la sociedad y generar un sistema educativo comunitario.
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