La cultura Tana-Toraja se ha vuelto conocida en el mundo entero por su cosmovisión sobre la muerte y los rituales que practican en torno a esta. Foto: Wikicommons
En el este de Indonesia (Sudeste Asiático) se encuentran las islas Célebes, un territorio habitado por la etnia Tana-Toraja, que tiene alrededor de 500 000 habitantes. Esta cultura ancestral se ha vuelto conocida en el mundo entero por su cosmovisión sobre la muerte y los rituales que practican en torno a esta.
Cuando un habitante del poblado fallece, los líderes religiosos de la localidad llevan a cabo varios sacrificios de búfalos para ofrecer a los dioses. Dependiendo del estatus social del fallecido, se sacrifican más o menos animales.
Después de este ritual, los cuernos de estos búfalos son instalados en las casas de los familiares de la persona muerta, señala un reportaje de RTVE. Mientras más cuernos se instalan fuera de un hogar, más prestigio tiene esa casa.
Pero la costumbre que genera mayor impacto entre quienes conocen sobre esta etnia es su ritual con los cadáveres. En grandes cuevas internadas en la selva de las islas, se guardan algunos de los cuerpos de los fallecidos, custodiados por muñecos fabricados a imagen y semejanza de las personas que murieron. Los cadáveres se guardan en las cavernas sin ser enterrados.
Hay quienes prefieren tener a sus muertos en casa durante un tiempo antes de depositarlos en estas cuevas. Dentro de la cosmovisión de los Toraja, no existe una distinción delimitada entre la vida y la muerte; así, los cadáveres de familiares son expuestos en los hogares de sus familias y reciben los mismos cuidados que los miembros vivos del clan, según expone un artículo publicado por la BBC.
En grandes cuevas internadas en la selva de las islas, se guardan algunos de los cuerpos de los fallecidos, custodiados por muñecos fabricados a imagen y semejanza de las personas que murieron. Foto: Wikicommons
Los cuerpos de los miembros fallecidos de la familia son inyectados con una solución química de formol para evitar su descomposición. Antes de que este tipo de insumo llegara al archipiélago, los habitantes utilizaban una mezcla de varias hojas y hierbas que frotaban en el cuerpo de la persona.
Los familiares dicen que sus seres queridos fallecidos están “enfermos” o durmiendo y cuidan de ellos dejándoles una bacinica para que hagan sus necesidades. El cadáver nunca se queda solo y, cuando cae la noche, se dejan las luces de la casa encendidas para que el espíritu del difunto no ocasione problemas en la casa.
Al igual que a los miembros de la familia, al muerto se le trae un plato de comida dos veces al día. Ellos también participan de las fiestas que se llevan a cabo en el poblado, sentados en una esquina de la sala.
Pueden pasar semanas o meses antes de que sea celebrado un funeral. La creencia de los Toraja dice que es en este ritual cuando el alma deja el mundo terrenal. Después del sacrificio de los búfalos, el cuerpo es llevado a lo alto de una torre, desde donde el espíritu emprende un viaje hasta Pooya, la etapa final de la vida. Desde esta dimensión donde las almas descansan, estas pueden reencarnar para dar vida a una nueva persona en la Tierra.