En casi 200 años, la literatura sobre Simón Bolívar ha configurado la imagen de un militar, político y periodista que ha sido villano, héroe, casi santo y, en algunas veces, un tirano. Su revolución ha sido tachada como una alineación con la naciente burguesía latinoamericana del siglo XIX. También como un acto en contra de la tiranía española. Entre los más modernistas, como lo asegura el historiador John Lynch, a él se lo mira como el reformista que aseguró un cambio político, pero que dejó intacta la herencia colonial.
Lo cierto es que Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Ponte Palacios y Blanco se ha convertido en uno de los grandes mitos de la cosmovisión andina. Pero aquí cabe la aclaración que proporciona la filósofa venezolana Lisandra Negrete: “Bolívar es un mito. Y lo es, siguiendo el pensamiento de Mircea Elíade, en tanto que constituye una realidad cultural actual. Porque él se ha mantenido presente a través de los años gracias a que ha ido adoptando variaciones de dos realidades muy claras: la del tirano y la del libertador”.
Para el historiador Alfonso Larrea, una de las primeras entradas para conocer a Bolívar como revolucionario es a través del también historiador mexicano Guillermo Antonio Sherwell. ‘Simón Bolívar, el Libertador’, a su criterio, es una aproximación a la visión latinoamericanista que poseían los intelectuales de finales del siglo XIX. En este se expone a un militar “casi angelical, capaz de sobrellevar en solitario todo un proyecto político que incluyó a las naciones sudamericanas. Una especie de Alejandro Magno”, dice.
Para él, el principal problema de esto es que, a la postre, esto provocó que los demás políticos y militares de la época que lucharon por la misma causa hayan sido opacados frente a una misma figura. Entre ellos estaría el mismísimo José de San Martín, a quien, según la última biografía escrita por Lynch, Bolívar le habría fallado al negarle soldados.
Con la llegada de la modernidad a Latinoamérica, a Bolívar se lo asumió como el gran personaje de la historia postcolonial. Al respecto, el sociólogo e historiador Víctor Paspuel dice que en la formación de los frentes políticos de izquierda se recurrió a la imagen del libertador como el modelo de político a seguir. “Su popularización se dio, sobre todo, en los movimientos más jóvenes e inexpertos. El modelo bolivariano constituía, entonces, en la formación de alianzas. Partidos de aquí y allá, en la búsqueda de votantes, unían sus fuerzas bajo la idea de una Gran Colombia”.
¿Hay un abuso de la memoria de Bolívar? Xavier Chiriboga Maya, autor de ‘Psicoanálisis de Simón Bolívar’ e ‘Ideario Bolivariano: 350 pensamientos de Simón Bolívar’, afirma que más que un abuso, sobre el venezolano hay desconocimiento en cuanto a toda su labor en conjunto. El hecho más concreto de esto es que poco se sabe de su faceta como periodista, que bien se resume en su frase: La imprenta es tan útil como los pertrechos en la guerra y ella es la artillería del pensamiento.
Según Negrete, en la contemporaneidad, las diversas corrientes dentro de los estudios históricos están permitiendo conocer un rostro más humano de Simón Bolívar. “Aun cuando gobiernos locales se apropian de su discurso, lo que ahora se conoce de Bolívar dista mucho de la imagen bonachona de un libertador”. Para ella, su liderazgo está compuesto por una dosis de valentía y preparación, así como un tanto de arrogancia y desprecio a sus colegas.
“Bolívar fue un libertador, eso no se puede negar, pero sus acciones respondían parcialmente al modelo revolucionario francés que había abolido a la corona para imponer un régimen burgués”. Como muchos, ella opina que la revolución bolivariana nunca concretó un modelo de trabajo original.