Hace más de un siglo en el barrio El Vado, en el Centro Histórico de Cuenca, existía la plaza del carbón y el sector convocaba a un gran número de personas; una parte buscaba alojamiento en la casona de un piso, que en la actualidad es el Prohibido Centro Cultural.
Esta edificación de adobe, bahareque, techo de teja, era un hotel para las personas que llegaban a la capital azuaya por comercio.
Con el paso de los años, la vivienda se convirtió en una casa familiar. Uno de los propietarios fue el músico Dimas Quezada, quien ensayaba con su grupo en este inmueble patrimonial, que en febrero de 1996 se convirtió en el Prohibido.
El artista y fundador del Prohibido, Eduardo Moscoso, cuenta que cuando adquirió el inmueble estaba deteriorado y con sus ahorros lo refaccionó e impuso su estilo. La fachada luce un gato negro y un indio andino con alas de ángel, piezas en cerámica.
El mural de esa parte de la cada es una exaltación a la vida, con imágenes selváticas de colores fuertes y aplicaciones en barro cocido que emulan querubines. Los marcos de madera de las ventanas y las protecciones de hierro son los originales.
Por una puerta pequeña de madera se ingresa al centro cultural, que se ha constituido en un espacio alternativo para el arte en Cuenca.
Moscoso recuerda que cuando abrió el Prohibido en la capital azuaya era difícil encontrar entidades que apoyen a las expresiones alternativas de la cultura. Por ello, el nombre del lugar, porque todo se consideraba que estaba mal o era censurado y prohibido.
Los amantes de las emociones fuertes hay dos fosas subterráneas, que conforman un cementerio de muñecas creado por Moscoso y el artista Manolo Salgado.
Ese espacio se ha convertido en un símbolo de los recuerdos de la infancia; muchas personas obsequian sus muñecas al Prohibido para ser parte, de alguna manera, de ese cementerio.
El Prohibido está abierto de lunes a sábado de 09:00 a 21:00 y domingos de 09:00 a 14:00. La entrada cuesta USD 1.