Ana Belén Chiriboga y Ana Vallejo tuvieron suerte. Fueron favorecidas para someterse a una cirugía de implantes cocleares. La cicatriz de 15 cm localizada detrás del oído derecho de una y otra es una suerte de señal de la intervención quirúrgica. “Es la primera vez que se realiza este tipo de cirugías en el Hospital Eugenio Espejo ”, refiere Esteban Serrano, otorrinolaringólogo de la casa de salud quiteña.
Los implantes cocleares son equipos electrónicos que estimulan el nervio auditivo.
¿Cómo funcionan? Un minúsculo aparato receptor -un estimulador con electrodos- se implanta en el oído interno a través de una cirugía. Detrás de la oreja se coloca un diminuto micrófono que ‘capta’ los sonidos y los envía al procesador del lenguaje. Este codifica los sonidos en señales eléctricas, que son enviadas hacia el implante.
“No todas las personas con sordera son candidatas para un implante coclear”, señala Serrano. Esto depende del tipo de sordera, de la edad y de otros factores.
Por ejemplo, Chiriboga empezó a perder la audición de forma progresiva. La quiteña, de 22 años, confiesa que su deficiencia auditiva nunca fue un problema hasta hace poco. “Ya no escuchaba nada, quedaba en ridículo. Muchas veces me preguntaban algo y no daba respuestas coherentes”, explica.
El problema le fue detectado cuando tenía 3 años. Desde entonces recibía terapia de lenguaje. “Durante 15 años permaneció en rehabilitación. Usaba audífonos”, relata Jackeline Tamayo, su madre.
La joven estudiante de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la U. de los Hemisferios es muy comunicativa. Lee los labios. Mantener una entrevista con ella es fácil y no se requiere de ayuda.
“El implante es una bendición. Estaba empezando a aislarme. Agradezco al hospital y a los doctores”, dijo la joven que habla francés y baila música árabe.
Entre el grupo de cirujanos del Hospital Eugenio Espejo estuvo un médico colombiano. “Esta cirugía no es compleja, pero era importante observar ya que antes nunca habíamos realizado una”, contó Serrano.
El caso de Ana Vallejo es diferente. Hace dos años dejó de escuchar. La causa: una meningitis. Vallejo habla poco porque no sabe leer los labios y se incomoda cuando no entiende.
María Vallejo, su madre, con lágrimas, explica que el problema de su hija comenzó con una gripe. “Tenía fiebre altísima, fuertes dolores de cabeza y así se fue a su empleo. Cuando salía de trabajar cayó un fuerte aguacero y se empapó”.
Desde allí la enfermedad respiratoria de Vallejo se agudizó. “Mi hija dice que sentía que un montón de cosas le hervía en la cabeza como si allí estuvieran abejas”, afirma María.
La cirugía de ambas fue posible gracias al Programa de Protección Social (PPS).