La segunda parte de ‘Los ilusionistas’ se estrena con gran parte del elenco original, con excepción de Isla Fisher. Hay un nuevo villano en escena. Foto: Archivo particular
Tras la ejecución de un espectacular y benefactor delito, el grupo de ilusionistas conocido como los Cuatro Jinetes regresa al cine, en una intrigante secuela en la que buscarán una oportunidad para redimirse y repetir la hazaña del 2013, robarse la atención del público y apuntarse otro éxito de taquilla.
Entre la admiración que han despertado en el público y el acecho del FBI, los benefactores delincuentes deciden volver a la luz pública cuando reciben otro encargo de la misteriosa sociedad de El Ojo. Pero el grupo está en la mira de un nuevo enemigo, que quiere revelar sus secretos y arruinar el gran golpe.
Jon M. Chu le toma la posta a Louis Leterrier en la dirección, para poner su experiencia en el cine musical y de acción y una serie de recursos tecnológicos, al servicio de una historia que intenta involucrar a la audiencia de una manera más interactiva y consciente de sí misma.
La producción aprovecha el regreso de gran parte del elenco original con Daniel Atlas (Jesse Eisenberg), Merritt McKinney (Woody Harrelson), Jack Wilder (Dave Franco), además de un Dylan Rhodes (Mark Ruffalo), que responden con gran soltura y un natural aire de empatía a los desafíos de esta nueva aventura.
Sin embargo, luego de que Isla Fisher se negara a volver a la secuela, el guion da paso al protagonismo de la actriz Lizzy Caplan, quien interpreta a Lula, una habilidosa ilusionista que se adapta sin problema al grupo de los Cuatro Jinetes y aligera la trama con un buen sentido del humor.
En el bando contrario, Daniel Radcliffe hace un nuevo intento por desembarazarse del personaje de Harry Potter, dándole vida a un villano de la era tecnológica que llevará a los protagonistas a ser parte de un complejo plan para robar un codiciado dispositivo.
Si en un pase de magia el secreto está en la muñeca, en la ilusión del cine el trabajo de la cámara es crucial. Chu entiende y trabaja bien con el movimiento y la coreografía, algo esencial y efectivo a la hora de poner en escena cada truco.
La cinta ofrece la oportunidad de dejarse llevar por la ilusión de los sentidos con asombrosos actos de magia puestos en escena dentro de otro truco igual de sorprendente: el cine. Artificio que en cierto momento queda expuesto por los propios ilusionistas, como recordando al espectador que se puede creer en una imagen, aunque no sea verdad.