En La Toca de Asís, Nicole Bonilla colabora, como voluntaria, con los franciscanos que cuidan de los indigentes. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
Cuando se los podría ver alienados tras pantallas, satisfaciendo sus demandas de consumo o con sus manos limpias por la comodidad virtual; se los mira, también, reconstruyendo comunidades, trabajando en equipo, despertando un espíritu solidario. La publicación ‘Millennials Rising: The Next Great Generation’, en el 2000, auguraba que, pese a la expectativa negativa para esta generación, “están conectados para traer transformación social”.
Nicole Bonilla no solo lo dice; con la coherencia de la causa social, lo practica. Es voluntaria con esas 60 fundas de leche que recoge para coserlas en ‘sleeping bags’ que cubren a quienes no tienen techo en Quito. Es solidaria mientras dobla y cuelga prendas en las tiendas gratuitas del Street Store; esas prendas que arroparán de calor y dignidad a un indigente. Es justa cuando construye una pizarra con material reciclado, cuando la vende en ferias alternativas de comercio equitativo, y cuando destina el 5% de cada artículo de su marca, Deco Warmi, para la educación de los niños de Llangahua (Tungurahua).
El trabajo social en su vida se cuenta con las páginas de un solo calendario, uno que fue volteando con actos y no como una utopía. O quizás, su conciencia social sí se despertó hace rato: ese día que, de niña, acompañó a su madre al Registro Civil y, mientras el trámite se extendía, otra niña le comentó que tenía hambre. “Anda a comer, yo cuido tu puesto y vendo los chifles”, le dijo Nicole. La escena duró poco; pero la experiencia incubó un accionar, que se concreta ahora, a sus 24 años, para que las personas sean personas sin diferencia alguna.e
“Cuando te das cuenta que, en realidad, tus acciones pueden cambiar el mundo, las haces”. Así ha sido para Nicole: entre quejarse o cambiar, ella escogió el cambio. Si no le gusta la impuntualidad, ella siempre va a estar a tiempo… Pequeñas cosas para ser la persona que el planeta necesita. Ahora no hay vista atrás. En dos meses partirá a Brasil para un voluntariado junto a niños recicladores y, más adelante, hacia Kenia para levantar una campaña de ‘crowdfunding’ y cambiar una escuela pobre. Ya es un proyecto de vida y le encanta.
Aunque esta decisión desubique a su familia. El giro en su vida supuso dejar oportunidades laborales, más ligadas a los estudios en Relaciones Públicas que ella misma se costeó en la universidad. Hacer lo que quiere también fue dejar un empleo con un buen salario y vivir una vida supersencilla, que no le “contamina”. Ayudar más y tener menos no es el ideal que se proyectan los papás, anhelantes de ver a sus vástagos siendo ‘importantes’ en posiciones notorias.
Incluso cuando el Street Store Quito le dio visibilidad mediática, Nicole tuvo claro que el objetivo no era ser líder de opinión, sino “A-YU-DAR”. Por eso, cuando habla de proyectos, lo hace desde un ‘nosotros’ o un ‘todos’. El trabajo en equipo es imprescindible para impactar en más gente. Se trata de crear comunidad desde la emoción y la experiencia compartida.
Cambiar el mundo parece ser una misión de esta generación donde “un montón de amigos -cuenta Nicole- trabajan en causa social, no porque esté de moda, sino porque lo sienten”. Uno se fue a la India y vio tanta pobreza que regaló todas sus ropas, quedándose con lo puesto por tres semanas. Otra recorre América en bici acompañando las jornadas de los minadores y recicladores.
Hace ocho meses, Nicole empezó con el Street Store, cuando trajo la iniciativa desde Ciudad del Cabo, Sudáfrica, sumando Quito a las 400 ciudades donde se ha posicionado esta ‘tienda’. En su campaña, la ciudad fue la que mayor impacto tuvo en la región, después se vincularon con mujeres en situación de riesgo y con refugiados. La gente no paró de donar: 15 000 prendas llenaron las casas de Nicole y de 150 voluntarios que se contagiaron del trabajo.
Nada que ver con el activismo de ‘feis’ que da 100 ‘likes’ y cero donaciones. El problema no es con las redes, sino su uso, porque ellas también pueden acercar a realidades de otros continentes, trazar caminos, emprender campañas. Por ejemplo, la ‘fanpage’ del Street Store Quito suma 5 000 seguidores “puestos la camiseta”. La adaptación de esta generación para traer justicia funciona con esos recursos y sin asentarse en una postura política. Etnia, género, religión, correísta, anticorreísta… Ni siquiera se habla de eso; el universo del voluntariado es más rico.
Si hoy fuera lunes, Nicole subiría por las calles poco amistosas que rodean a La Toca de Asís, en El Tejar, para demostrar, una vez más, que esta generación puede ser ‘héroe’ y #cambiarelmundo.
DATOS
La mayoría de voluntarios a escala mundial se vincula con los proyectos emprendidos por la Organización de Naciones Unidas, en diferentes regiones. Sus propuestas se exhiben en la página de la organización www.unv.org
El voluntariado en el país enfoca sus metas en el conseguimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y de su agenda continuada. Los sectores de ayuda son pobreza, hambre, salud, infancia en riesgo, igualdad de género, etc.