El músico británico disfruta del renacimiento de su carrera y del redescubrimiento de su obra.
Phil Collins disfruta de un renacimiento doble. Por un lado, ha superado algunas (solo algunas) de sus dolencias físicas y se ha lanzado de gira mundial. Por otro, sus canciones, sobre todo esas que en los 80 se convirtieron en la banda sonora de los estadounidenses promedio, están de regreso gracias a la remasterización de sus álbumes y su inclusión en las plataformas digitales.
En lo primero, Phil Collins sigue con problemas en la columna, lo cual le impide tocar la batería, el instrumento que dominó desde niño y que le dio fama como parte del grupo Genesis. Ingresa a los escenarios con bastón y el concierto lo brinda prácticamente sentado. Pero la voz está en buen estado y conserva esa energía que los fans del Genesis post Peter Gabriel conocen bien, cuando saltaba de la batería al micrófono para cantar. Ya no salta, obviamente, pero dirige el show, interactúa con la banda y el público. Es el líder. Y su hijo Nicholas, de 16, toca la batería.
La gira Not Dead Yet está realizándose con aceptación. Están por terminar las funciones en América Latina y, como suele pasar, Phil Collins pasó por Sudamérica sin una escala por Ecuador. Una lástima porque junto a él viajaba The Pretenders como banda telonera. Ya se viene el segmento por Europa y Estados Unidos, donde incluso está prevista una función con Blondie y Mike & The Mecanics.
Phil Collins no actuaba desde el 2011, cuando se retiró, en parte por los problemas de salud, en parte porque tenía hijos muy pequeños de su tercer matrimonio, pero también porque sobrevino sobre su obra un enorme desinterés.
En el colmo de la mala suerte, su tercera esposa le pidió el divorcio y se llevó a los niños a Estados Unidos. Collins se quedó, de repente, desubicado en su mansión en Suiza, sin horizonte y sin familia. Y sin inspiración. El dolor por el fracaso personal fue su fuente de inspiración para su debut como solista en 1981 con el álbum ‘Face Value’, compuesto luego del divorcio de su primera esposa, Andrea Bertorelli.
Se vendieron 14 millones de copias de ese álbum en que destaca In the Air Tonight, un himno claustrofóbico que pasó a la historia del rock por su pase de batería, el cual salió cuando Phil Collins jugaba con la caja de ritmos.
A pesar de esto, Phil Collins se distanció del rock para diferenciar su carrera de la de Genesis, que la mantuvo hasta 1996. Sus canciones se llenaron de metales como trompetas y saxos, pasó de la balada al pop rítmico y bailable, él mismo tocaba el piano y las letras calzaban en el alma de un divorciado que entraba a un bar de Nueva York luego del trabajo para tomarse un trago y conversar. Aunque también había preocupaciones sociales.
En los 80 publicó, además de ‘Face Value’, otros tres álbumes que lo llevaron a dominar las radios del mundo. Entre 1984 y 1989, siete sencillos alcanzaron el número uno de la Billboard. Alcanzó 8 premios Grammy. Llenó estadios como si ahí jugaran Real Madrid con el Barça. Y su omnipresencia fue global gracias a las canciones para ‘Tarzán’, que le dieron un Oscar (2001).
De repente, el público le dio la espalda. Los álbumes ‘Dance into the Light’ (1996) y ‘Testify’ (2002) no funcionaron. Hizo un impecable disco de covers de clásicos del soul en el 2010, ‘Going Back’, bien recibido por la crítica pero que no le permitió obtener el impulso comercial que esperaba. Más bien, fue el switch de off.
Hoy, Phil Collins, un workólico, recobra espacio. Se casó otra vez con su tercera esposa, Orianne Cevey, y vive en Estados Unidos. Y sus álbumes ochenteros y el poco valorado ‘Both Sides’ (1993), han sido remasterizados y puestos en las plataformas digitales, para que los fanáticos recobren la memoria y las nuevas generaciones lo redescubran. Estos discos tienen temas extra en directo, lados B y maquetas. Todo para decir ‘Not Dead Yet’.