‘Monos’ del director colombo-ecuatoriano Alejandro Landes abrirá la sexta edición del Festival de Cine Latinoamericano de Quito. Fotograma cedido por Sundance Institute.
Cinco ediciones han hecho del Festival Latinoamericano de Cine de Quito (Flacq) una de las más importantes vitrinas locales para el cine independiente de la región. Este año, el festival celebra su sexta edición, con la presentación de 14 cortometrajes y 15 largometrajes (dos fuera de competencia) provenientes de 10 países latinoamericanos, que se proyectarán en Quito desde el 19 hasta el 23 de junio del 2019.
La Cinemateca de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, con acceso libre, (CCE) y el cine Ochoymedio (USD 5, 3 y 2.50) serán las sedes del festival en Quito. Además, la organización seleccionó una muestra que llegará a las sedes provinciales de la CCE en Loja, Los Ríos, Manabí y Napo.
“Buscamos una representatividad de los países latinoamericanos en sus producciones más contemporáneas” aseguró Pedro Orellana, quien forma parte del equipo de programación junto con Carolina Benalcázar y Tomás Astudillo.
El objetivo era “buscar películas que cuenten sus historias desde una óptica distinta y que aporten creativamente a la narrativa cinematográfica”, dice Orellana sobre el criterio que se aplicó durante el proceso de curaduría que llegó a tener 60 filmes preseleccionados, de los cuales se escogieron 29 para integrar tres secciones y en el que también se destaca una presencia mayoritaria de directoras.
De las 13 películas que son parte de la Selección Oficial, nueve cuentan con la participación de mujeres en la dirección. Entre ellas se destacan ‘De nuevo otra vez’, ópera prima de la escritora, actriz, dramaturga y directora de cine argentina Romina Paula; ‘Tarde para morir joven’, filme con el que Dominga Sotomayor se convirtió en la primera mujer en ganar el premio a la Mejor dirección en el Festival de Locarno; ‘El despertar de las hormigas’, ópera prima de la costarricense Antonella Sudasassi que se estrenó en el Festival de Berlín.
Dos directoras ecuatorianas también entran en competencia con su primer largometraje de ficción. ‘La mala noche’, de Gabriela Calvache y ‘Azules turquesas’, de Mónica Mancero tendrán su avant premier en el festival. A estos estrenos se suma la producción nacional de Javier Izquierdo, ‘Panamá’.
De los 14 cortos nacionales, cinco se proyectarán fuera de concurso y nueve competirán en la sección de Cortometrajes nacionales. Este año se entregarán cuatro premios en las secciones competitivas: Mejor Cortometraje Nacional, Mejor fotografía de largometraje y Mejor fotografía de cortometraje y el Premio del público para el Mejor largometraje latinoamericano.
Con un promedio de 14 000 espectadores por año, el festival también ofrecerá charlas, encuentros con invitados nacionales e internacionales y lanzamiento de libros. Actividades, dice Orellana, que se realizan pese a las “limitaciones económicas” que enfrenta el festival cada año.
El Flacq se inaugurará el miércoles 19 de junio a las 19:00, en el Teatro Nacional del la CCE, con la proyección, fuera de competencia, de ‘Monos’. El segundo largometraje de ficción del director colombo-ecuatoriano Alejandro Landes se presenta en el Flacq tras obtener el Premio especial del jurado, en el Festival de Sundance.
La cinta narra la historia de un grupo de adolescentes que habitan en un páramo andino con la misión de vigilar a una ciudadana extranjera y a una vaca que han sido secuestradas.
La película revela algunas líneas visuales y narrativas que evocan obras como el filme ‘Apocalypse Now’, de Francis Ford Coppola o el libro ‘El señor de las moscas’, de William Golding y que han sido adaptadas al contexto del conflicto armado que vive Colombia.
El director y coguionista pone en escena a un grupo de jóvenes, hombres y mujeres, en tránsito a la edad adulta, reclutados como combatientes de la guerrilla y agrupados en un escuadrón llamado ‘Los Monos’. Conviviendo en la soledad de un páramo andino bajo un sistema militar, ellos están encargados de cuidar a una ciudadana extranjera y a una vaca que han sido secuestradas. Cuando la misión se pone en peligro y los adolescentes pierden contacto con sus superiores, el grupo se enfrenta a una serie de conflictos que terminará desnudando sus instintos más básicos de una forma salvaje.
Landes aborda tácitamente el contexto histórico y social del conflicto para centrarse en la condición humana en medio de un estado de violencia. En todo momento, la cinta está dominada por un registro sublime y casi poético del páramo andino y la selva tropical, escogidos como escenarios de la historia, pero también como metáfora de la transformación física y emocional de los protagonistas.
Cuando las circunstancias obligan al grupo a adentrarse en las profundidades de la selva, el instinto de supervivencia emerge como una violenta fuerza que se manifiesta en una lucha de poderes, casi tribales, cuyas expresiones más atroces quedan fuera de cuadro. Los cuerpos y los gestos de los jóvenes actores se deforman para encarnar el miedo, la rabia, la impotencia, pero también la esperanza de encontrar una luz en el corazón de las tinieblas.