Las comunidades chachis buscan mantener modelos de construcción ecológicos con bajo impacto ambiental. Fotos: Marcel Bonilla / EL COMERCIO
Ocho comunidades indígenas del norte de la provincia de Esmeraldas tienen grandes extensiones de territorio bajo conservación, como una forma de preservar el bosque nativo a lo largo del río Cayapas.
Entre las poblaciones están Guadual, Gualpí, Sabalito, Calle Mansa, Corriente Grande, San Miguel, El Encanto y Pichiyacu Grande, que tienen entre 350 y 1 200 hectáreas destinadas a la conservación. En cada una de estas comunidades habitan entre 45 y 60 familias, que destinan el recurso económico que entrega el programa Socio Bosque, del Ministerio del Ambiente, a temas de producción, conservación ambiental y fortalecimiento organizativo.
La población de Calle Mansa, en el alto Cayapas, es una de las comunidades indígenas que cuenta con unas 350 hectáreas de bosque húmedo tropical bajo el cuidado de la misma población. Ahí la comunidad se encarga de hacer mingas y mantener abiertas las trochas.
En esa población chachi, los nativos cuidan el bosque previniendo la tala y la caza de especies animales que están en peligro de extinción, como la guanta, uno de los animales cazados para su alimentación.
Jaime Añapa, presidente del Centro Chachi de San Miguel, uno de los más grandes, con unas 1 200 hectáreas de bosque, explica que el trabajo de conservación se hace con los habitantes, a través de la capacitación con técnicos del Ministerio del Ambiente. Ancestralmente, las poblaciones nativas del norte de Esmeraldas han buscado la forma de conservar la floresta, para frenar la tala de los pulmones naturales que tiene la provincia
de Esmeraldas.
Añapa cree que en las comunidades chachis la tala se ha reducido notablemente después del 2008, cuando empezó el programa Socio Bosque, que entrega incentivos económicos de acuerdo con la dimensión del área. El exdirector del citado programa en Esmeraldas, Lauren Zambrano, explica que los incentivos por conservación, en el caso de las poblaciones indígenas asentadas en el Cayapas, van de USD 55 000 hasta USD 60 000 al año.
Por eso, los equipos técnicos del Ministerio del Ambiente se empeñan en hacer que los recursos sean invertidos por las familias en la construcción de pequeños sistemas de agua, adecuación de sus casas y el fomento de cultivos. Uno de los principales cultivos es el de cacao que, en promedio, rinde entre 6 y 12 quintales del producto seco al mes, para los que destinan entre 3 y 5 hectáreas a la siembra del producto.
La propuesta de la Federación de Centros Chachis es la construcción de un gran centro de acopio, para evitar a los intermediarios y lograr que se pague un mejor precio por el producto, que debe ser transportado por el río.
Para Marco Cimarrón, presidente de la población de Pichiyacu Chachi, conservar el recurso ha traído beneficios para las comunidades, no solo en lo económico, sino en mantener vigente el patrimonio forestal de la comunidad.
A través de la educación que reciben los niños es las escuelas bilingües de la zona, se incentiva al cuidado de la naturaleza y se fomenta la reforestación con especies maderables de la zona, como caoba, laurel, sándalo, etc., en la que participa la comunidad.
Al trabajo de conservación y reforestación se ha sumado la Prefectura de Esmeraldas, con el componente madera dentro del programa Fomento Productivo.