Javier Vásconez, escritor quiteño, posa en un rincón del apartamento que usa exclusivamente para escribir, cerca al parque de Santa Clara. Foto: Patricio Terán/ El Comercio
Cuando apago la grabadora, Javier Vásconez suelta una frase que resume en cuatro palabras lo que hemos estado hablando por alrededor de 20 minutos: “El resentimiento es poliédrico”. Inmediatamente después comienza la sesión fotográfica, que preferiría no hacer, porque posar para que le tomen fotos lo pone nervioso. Pero nada puede perturbar su buen humor esta mañana, en la que nos hemos citado en el departamento donde escribe sus libros, para hablar sobre el resentimiento.
¿El resentido solo conjuga la vida en pasado?
No necesariamente. Pienso que el resentimiento es una emoción muy compleja que sentimos algunos seres humanos. Y en la literatura el resentimiento es fundamental. Muchas grandes novelas han sido escritas por el resentimiento. El extraordinario libro ‘Viaje al fin de la noche’, de (Louis-Ferdinand) Céline, es un verdadero tratado sobre el resentimiento; ese resentimiento que este escritor tuvo contra la intelectualidad francesa le llevó a convertirse en fascista, en colaborador y también a escribir una de las grandes novelas de la literatura francesa del siglo pasado.
Si no está estacionado en el pasado, ¿está pensando en el futuro?
Hay personas que tienen, o tenemos, una mayor capacidad para el resentimiento. Es un defecto humano, muy humano. No sabemos que el resentimiento exista entre los animales y no digamos entre las plantas; pero entre los seres humanos efectivamente existe el resentimiento, y no creo que siempre esté asentado en el pasado, sino que de alguna manera está relacionado con una sensibilidad contrariada. Esta herida lleva a convertirse en muchos casos, si no pasa por la razón, en un monstruo.
¿Cree que miedo puede ser un buen sinónimo de resentimiento?
El miedo, del que yo me he ocupado tantas veces en mis libros, es otra de las emociones humanas. Esa zona incomprensible, que nos lleva a situaciones extremas y que obviamente puede empujar a mayores resentimientos o a crímenes, si no la controlamos.
Es decir, ¿el miedo podría funcionar como un motor del resentimiento?
Yo creo que van juntos.
En una de las acepciones del diccionario, ‘resentirse’ significa debilitarse, flaquear. ¿El resentido, en esencia, es una persona débil?
No me atrevería a ser tan tajante. Yo creo que el resentimiento procede de una herida, de una sensación que un hombre o una mujer tiene de que algo en la vida no le ha sido dado. No me atrevería a hablar de débiles y fuertes. Todos los seres humanos tenemos de débiles y de fuertes. No creo que nadie pueda levantar la mano y decir que no lleva ni siquiera una dosis de resentimiento. Todos, en algún momento, en situaciones familiares, de amistad o políticas, podemos reaccionar de forma resentida. La cuestión es saber controlar esto. Pero la literatura está poblada de resentimientos. Y yo he dicho muchas veces que un escritor se hace con dos R: rebeldía y resentimiento.
¿Por qué?
Porque ese pozo oscuro, conflictivo que acompaña la mente de un escritor, o por lo menos la mía, es un material extraordinario para la literatura. Balzac, Flaubert, Dostoyevski son escritores que han trabajado el resentimiento de una manera excepcional.
¿Qué resentidos insufribles de la vida real darían para unos personajes literarios fascinantes?
Bueno, no me atrevería a ser tan… Pero te puedo decir que un gran escritor muy resentido y muy interesante es Juan Montalvo. Debido a su situación política, a la precariedad de su vida económica, a su insistencia y su odio a personajes como (Gabriel) García Moreno se convirtió en un resentido. La literatura tiene la capacidad de convertir ese resentimiento en arte; eso es maravilloso. Ahora, cuando eso ocurre en otras mentes, en otras circunstancias, puede también salir de ahí un psicópata. Como es el caso de Hitler, probablemente el hombre más resentido de todos los que conocemos en la historia.
Sin duda, Hitler puede ser un personaje literario fascinante alrededor del cual se puede ficcionar al infinito.
Lo malo de los políticos que llevan adentro una gran dosis de resentimiento es que parecería que se vengan en el pueblo. Los artistas, los escritores, al menos convierten eso en una novela o en un poema; lo vuelven arte y es completamente otra cosa. Pero los políticos parecería que se empecinan en vengarse a veces en las personas que, curiosamente, votaron por ellos.
Gregorio Marañón sostenía que la generosidad es lo contrario al resentimiento, ¿lo es?
Podría ser. La generosidad, que tanta falta hace en nuestro país en todos los aspectos, es muy importante para una convivencia mucho más civilizada, abierta. Yo creo que la generosidad está relacionada con la oxigenación, con el diálogo, con la posibilidad y la búsqueda del entendimiento entre dos seres humanos. En el resentimiento hay un ojo de la cerradura que se cierra, ¿no? Y que impide definitivamente el perdón; no en el sentido cristiano, sino en el sentido de la comprensión. El resentimiento se niega a la comprensión, y ahí sí creo que hay una oposición con la generosidad, que está más dispuesta al diálogo, a la convivencia.
¿En dónde ubicaría la génesis del resentimiento de una sociedad como la ecuatoriana?
En muchos aspectos. Hay elementos relacionados con una pésima educación cristiana, hay elementos también relacionados con asuntos étnicos; por supuesto, con la pobreza, con las grandes diferencias sociales.
El régimen colonial que vivimos habrá dejado alguna herida incurable o abierta por lo menos…
Sí, son muchos los motivos por los que el resentimiento es parte de la vida cotidiana en Ecuador, pero este no es el único país con resentimientos. Hay resentimientos en todas partes, porque en todas partes hay injusticias, hay diferencias sociales, etcétera. No creo que nunca se vaya a terminar el resentimiento.
¿Dónde hay equidad no hay resentimiento?
No creo. Por desgracia es una característica humana que siempre nos acompañará. Esperemos que en el futuro y en sociedades más justas, por supuesto, haya menos posibilidades para el resentimiento. Pero siempre habrá uno o dos resentidos que terminan siendo el psicópata que no queremos o el político que destruye o intenta destruir el país.
Además cada persona es sensible en diferentes niveles, y cosas que no le resienten a usted me pueden resentir a mí.
Los seres humanos no somos iguales por más que insistamos en eso. Hay muchas diferencias de sensibilidad, de punto de vista. Lo que acabas de decir es absolutamente cierto y eso es de lo que nos ocupamos los escritores; es decir, de la peculiaridad que cada ser humano tiene frente a los otros.
¿A usted qué le resiente?
La injusticia. La falta de generosidad para abrirnos, dialogar y ver mejor una situación. La violencia en muchos aspectos. Aunque todas estas cosas son parte de la condición humana, entonces es difícil –más allá de escribir sobre ellas- resolverlas, ¿no?
¿Y cómo, o con qué, se le pasa un resentimiento?
No creo que haya fórmulas para resolver el resentimiento, pero digamos que un café, un buen vaso de whisky, una amable y maravillosa conversación con un amigo pueden disolver un resentimiento.
¿Por qué cosas no vale la pena resentirse?
Es que me estás preguntado como si pudiéramos controlar estas emociones… Es difícil generalizar lo que produce o no resentimiento. Cada persona es diferente. Lo que sí podemos es tratar de tener una actitud racional frente a las situaciones, a los hechos, para no cultivar el resentimiento.
Entonces, no podemos evitar sentirlo, pero sí podemos evitar cultivarlo.
La vida cada día nos lleva a situaciones de resentimiento, de dolor, de tensión, pero ahí entra nuestra capacidad de control y, lo que yo llamo, el comportamiento civilizado. Como ciudadanos, sí creo que tenemos la obligación de controlar estos sentimientos negativos.