‘Es divertido para la gente salir y decir: ‘Oh mi Dios ¿realmente ella hizo eso?” Hay mucho de lo que amo sobre el valor del ‘shock’ pero realmente quiero que el centro sea la música”. Eso dijo Miley Cyrus a la cadena MTV antes de empezar su gira ‘Bangerz’, que ha propiciado titulares con denuncias de padres angustiados que pidieron cancelar el tour que se inició el pasado 14 de febrero, por considerarlo no apto para menores de edad.
A diferencia de los deseos de la ex Hannah Montana, su música no es el centro, ni el lado, ni el vértice de su carrera actual. Su propuesta artística es radicalmente pobre y no es una justa contendiente de los artilugios sexualizados de su ethos en vivo: mucha piel y coreografías con obvias connotaciones de masturbación y felación. Todas esas imágenes que explotan de visitas en la Red, superan con mucho al débil contenido interpretativo.
Ser relevante en el saturado mundo del pop actual es una carrera feroz y Miley lo sabe. Si el 2013 fue su mejor año no fue por su disco o sencillos. Fue por mover su ‘derriere’ en la entrepierna de Robin Thicke en los Premios MTV. Bajo esa estrategia no le han faltado portadas, artículos ni menciones. Cyrus se ha convertido así en una pieza que genera movimiento en el negocio, y lo anecdótico es que lo ha hecho sin mayor reconocimiento musical.
La sobreestimulación del pop audiovisual parece exigir la técnica del ‘shock’. Si el acercamiento es sexual, en el caso de las mujeres especialmente, mejor aún. Es difícil pensar en una cantante pop del ‘mainstream’ que no haya caído en el juego de niña mala – niña buena. Pero lo que diferencia a Miley de sus predecesoras como Lorde, Kati Perry, Taylor Swift o Lady Gaga, es que al final del día y después del uso del sexo como herramienta de marketing, ellas produjeron canciones con las que una generación se llegó a identificar.
A pesar de todo, su último sencillo, Adore You, recibió críticas favorables y llegó a la cima de los listados de canciones en línea en EE.UU.
Si estuvo en la revista Time o como portada en la revista Rolling Stone es porque ella descifró un vacío en la matriz, uno en el que el valor del ‘shock’, hoy más que nunca, es más fuerte que el talento. Por eso, difícilmente se cancelará su gira. Los preocupados padres y sus denuncias solo lograrán que haya más titulares y búsquedas en Google con el apellido Cyrus y que los USD 500 000 que recibe en cada show sean justificados. Así se reconoce a quien produce dividendos, tibiamente relacionados a la música, en plena reinvención de la industria discográfica.