Desde que RBD anunció su regreso en muchos fanáticos de todas partes del mundo esperaron a que la banda anunciara fechas en sus países. Lastimosamente solo fueron elegidos unos pocos.
Colombia fue el último país en ser confirmado. La banda abrió otra fecha a parte de la planeada. Esto debido a la gran acogida que tuvo agotando las entradas y colapsando la página web.
RBD se convirtió en un ícono en los adolescentes de 2004. Muchos se vieron identificados con las canciones de la banda. Despertaron el espíritu de rebeldía juvenil.
Antes de la llegada de la era digital, el último gran sacramento del género de la telenovela para los jóvenes fue la serie de televisión argentina Rebelde, que Pedro Damián, líder del conocido grupo pop Timbiriche, adaptó para la televisión mexicana en 2004.
Su afluencia fue tan grande que fue retransmitida en varios idiomas y países del mundo.
Historia de RBD
Camilo Lara, un joven empresario de discos, intentaba despegar su carrera musical, pero la vocación ejecutiva lo llamaba a formar parte de las filas de EMI Music en México.
Lara tenía una sola tarea: hallar un proyecto musical exitoso, o la empresa cerraría en México.
“Era muy triste ver cómo estaba todo. No había nada de proyectos, porque no había dinero. En algún punto me puse a ver qué firmar, y la primera semana que entré a trabajar, sabía que Pedro Damián estaba trabajando en un proyecto de televisión. Entonces lo invité a comer, pensando que ese proyecto ya había firmado con Sony“, cuenta Lara.
Damián, la mente brillante detrás del fenómeno de Rebelde, y quien puso de moda las telenovelas entre los públicos jóvenes, aceptó la invitación de Lara, quien, a sus 23 años de edad, ya tenía un olfato agudo para los fenómenos y una poderosa capacidad de convicción.
Tras la reunión en las oficinas de EMI en México, el acuerdo se cerró.
El proyecto de televisión seguía siendo, sin embargo, bastante pequeño, de manera que nadie le prestó mucha atención. Lara y Damián lograron montar una pandilla creativa de igual tamaño junto a la directora de arte y repertorio Melissa Mucholske. La idea era que el proyecto tuviera canciones “matonas”.
Escoger a los integrantes del grupo fue súper difícil, ya que no todos los personajes que habitaban la novela podrían participar en él a pesar de tener líneas narrativas interesantes.
“La selección fue difícil. Pero en retrospectiva, dimos en el blanco. En la producción escogimos a Carlos Lara, quien había hecho cosas con artistas como Lynda y Sentidos Opuestos, y a Emilio Ávila, quien no tenía experiencia en el área, pero tenía muy buenas ideas. Hoy en día es el mayor productor de música pop en México”, recuerda.
Empezaron a buscar canciones con gente que sabían que tenían una gran meta pop, como Memo Mendez Guiu, gestor de las más grandes canciones de Timbiriche. “Él hizo Sálvame, por ejemplo. Fue muy emocionante llegar a escoger canciones que fueran brutales y que de repente eso se volviera finalmente un disco”, asegura.
Cuando el álbum salió finalmente al mercado, el pequeño equipo de batalla de la lánguida EMI Music tenía fe de que sería un éxito. Aquel fin de semana, Lara se fue a comprar discos de vinilo a La Lagunilla, un tradicional mercado de las pulgas de Ciudad de México, donde hay antigüedades y piratería por doquier, en especial en la potente época de los quemadores de CD de comienzos de los dos mil.
“Era finalmente en esos mercados piratas donde uno se daba cuenta qué era éxito y qué no”, comenta Camilo. Siguiendo su instinto, y luego de comprarse su dosis de discos de vinilo, pasó por la sección de los piratas a ver qué se estaba vendiendo entre los “chiviados” y lo que vio lo dejó perplejo: “había unos quince millones de discos de RBD listos para venderse.”
Lara regresó el lunes a la compañía de discos y preguntó cuántos discos de RBD se habían fabricado para su salida a ventas en tiendas. “Me contestaron que pensaban que unos cien mil”. Apresurado y bajo presión, Lara contestó: “hay que hacer veinte veces esa cantidad de discos”.
EMI Music mandó a hacer 500 mil discos. Se vendieron en dos días. De un día para otro, el pequeño e íntimo proyecto discográfico se convirtió en el producto de entretenimiento más importante de México.
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