Martes Dorados, un espacio para que los adultos mayores disfruten del pasillo, vals y boleros. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Una luz cálida envuelve una de las salas en el teatro La Bota. Faltan pocos minutos para que empiece el espectáculo y la boletería aún está llena. Los espectadores solo muestran su cédula e ingresan gratuitamente -si pasan de los 65 años de edad o si tienen algún tipo de discapacidad-.
Cada martes, de 17:00 a 18:00, este espacio ubicado junto al Malecón del Salado en Guayaquil es invadido por el sonido de pasillos, valses y boleros.
Es el programa Martes Dorados, una iniciativa de los artistas Alcira Mugica y Andrés Vivar, que cuenta con el respaldo de la Fundación Malecón 2000. Por una hora brindan un espectáculo de canto, música en vivo y danza dirigido a adultos mayores y personas con discapacidad.
“Se nos ocurrió hacer un programa porque esta población, al igual que las personas con discapacidad, no accede a espacios culturales por temas económicos y de movilidad. Existe una costumbre de quedarse adentro”, explica Mugica en los camerinos, antes de salir al escenario.
Afuera las mesas están casi copadas. Cada presentación supera los 100 espectadores.
El pasado martes 28 de mayo de 2019 abrió el telón el trío musical Neptuno. Vivar, junto a Lissandro Loor y Ernie Rivas, fusionaron sus voces para arrancar los primeros aplausos con El prendedor.
Desde los asientos comenzaba a cobrar vida un coro improvisado. Rosa Perdomo y Yolanda Chávez son parte de una de las mesas más animadas. “Una amiga nos invitó y volveremos. Hacen falta más espacios de este tipo para que tengamos la mente despejada”, dice Chávez.
Los aplausos marcan el tiempo y el ritmo. Algunos incluso graban videos con sus celulares para llevarse las canciones de recuerdo. “Ellos cantan a través del artista -confiesa Vivar-. Siempre nos sorprenden con su alegría, con la capacidad que tienen para abrirse, sentir, reflejar emociones”.
Los asistentes a Martes Dorados disfrutan de cada presentación en el teatro La Bota de Guayaquil. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Del público incluso han surgido talentos escondidos, como Luis Hurtado. La voz potente de este docente y capacitador empresarial cautivó a los asistentes con temas añejos como Camino del puente. “Son canciones que ya ni las emisoras transmiten; los boleros ya casi no se escuchan, menos se bailan”.
Luis, aunque se presentó con el nombre artístico de Alberto De la Riera, venció los temores para llevar su don musical más allá de las reuniones familiares y de amigos. “Estos espacios son una buena iniciativa. Espero que se sigan repitiendo porque las personas adultas mayores necesitan recordar esos años mozos, recordar los pasillos y otras bellas melodías”.
El show avanza y el coro cobra más fuerza. Hace sentirse con Lamparilla, de Julio Jaramillo; y Merceditas. El tango llegó de la mano de Mugica, quien también leyó un fragmento de las odas de Pablo Neruda.
“El ejercicio de memoria, cuando recuerdan las canciones, es un estímulo -asegura la artista-. Además tienen un proyecto para volver la siguiente semana. Y crean una comunidad, cuando reservan espacios entre ellos o se quedan al final conversando. Son estímulos afectivos e intelectuales que, indirectamente, aportan a la salud mental”.