Pocas veces un crimen cinematográfico resulta tan entretenido como el que propone Kenneth Branagh en ‘Muerte en el Nilo’. El inglés dirige y protagoniza un nuevo homenaje visual a su coterránea Agatha Christie, a partir de la famosa novela publicada en 1937, y que fue llevada por primera vez al cine en 1978.
Entre la adaptación y el ‘remake’, Branagh se deja el bigote para volver a meterse en la piel del legendario detective Hércules Poirot, después de interpretarlo en ‘Asesinato en el expreso de Oriente’ (2017).
Con una admiración confesa por la ‘reina del crimen’, Branagh y el guionista Michael Green vuelven a hacer equipo para seguir construyendo el universo cinematográfico de la famosa escritora.
Para ‘Muerte en el Nilo’, Branagh reúne un elenco coral de diversos orígenes y generaciones que le ayudan a poner a flote un drama criminal igual de divertido y un tanto más vivaz que su predecesora. Cualidades que resultarán irresistibles para los seguidores de Christie y de esta recién comenzada saga.
En la primera película, la venganza representó para Poirot un gran desafío a su rigurosa moral. Ahora, son los celos y la venganza los temas alrededor de los cuales gira una trama que pone a un funesto triángulo amoroso en el centro de un trágico viaje a través del Nilo.
La cinta se toma su tiempo para introducir a los personajes y crear las condiciones que darán paso a la nueva aventura policiaca. El prólogo hace un paréntesis desde el que se puede escrutar un pasado que de cierta forma ha definido la enigmática figura del famoso detective belga, un hombre carismático, pero solitario y obsesionado con el orden.
El destino o más bien el guion, lleva a Poirot hasta un bar clandestino en el Londres de 1937, donde la gente se divierte con música de una artista llamada Salome que interpreta temas de Sister Rosetta Tharpe, ritmos de jazz y blues que marcarán la pauta musical de la película.
Mientras resuelve un dilema acerca del postre, una pareja de enamorados en la pista de baile llama su atención. Se trata de Jacqueline de Bellefort (Emma Mackey), una mujer de la alta sociedad caída en desgracia y Simon Doyle (Armie Hammer), un tipo apuesto y encantador, pero en una desfavorable posición económica.
La pareja parece dejar de lado sus preocupaciones mientras se divierten bailando, hasta que Gal Gadot, se roba toda la atención con una deslumbrante entrada, interpretando a la rica heredera Linnet Ridgeway, mientras se acerca a su amiga Jaqueline y su novio.
A lo lejos, Poirot alcanza a distinguir cierta tensión emocional en los tres personajes, sin saber que unos meses después volvería a encontrarse con ellos mientras toma unas vacaciones a bordo del S.S. Karnak, un enorme y lujoso barco a vapor, que navega por el Nilo.
Las sospechas de Poirot no lo traicionan y descubre que Simon ha dejado a Jaqueline para casarse con Linnet. Desconsolada por la traición de su amiga y de su amante, Jaqueline interrumpe la celebración seguida por un grupo selecto de invitados, desahogando una tristeza que también la vuelve muy impredecible y peligrosa; una femme fatale en potencia.
El suceso se deriva en un crimen que destapa un drama de intriga y traiciones en las esferas de la alta sociedad, movidas por el dinero, los celos y la ambición y donde las lealtades son relativas. Poirot entra en el juego con la intención de descubrir al asesino. Parientes y amigos son señalados como posibles sospechosos, mientras el guion de Green se encarga de crear una duda razonable en cada uno de ellos.
Annette Bening, Russell Brand, Ali Fazal, Rose Leslie, Sophie Okonedo, son algunos de los actores de completan un elenco coral que exhala cierta nostalgia sobre los personajes que habitan la obra original de Christie.
En ese ambiente, el glamur del vestuario no solo enfatiza el entorno social en el que se desenvuelve el drama, sino que además funciona como un elemento que refleja las características individuales de los personajes principales.
“El delito es asesinato y el asesino es uno de ustedes” dice Poirot activando el dispositivo lúdico que recae en el juego de pistas y acertijos ya probado en ‘Asesinato en el expreso de Oriente’, pero que no deja de entretener al espectador haciéndolo partícipe de la investigación.
El filme tiene el mérito de sostener el misterio hasta el final en medio de una tensión enmarcada en sugestivos interiores y espléndidos escenarios de la geografía egipcia que sirvieron de inspiración a la novela original y que en conjunto con el misterio de la narrativa policial generan una experiencia inmersiva.