Es 1970. En un cuarto de un departamento de Londres está reunido un puñado de activistas del Movimiento de Liberación de Mujeres. Una de ellas recuerda que en unas semanas se celebrará la nueva edición de Miss Mundo.
Enseguida, otra pregunta de qué sirve perder el tiempo en un concurso de belleza cuando hay graves injusticias por las que preocuparse. Y más allá, otra responde que esa competencia es la celebración de la opresión.
La escena es parte de ‘Miss Revolución’, una película que cuenta la historia de la vigésima edición de Miss Mundo; certamen que tuvo como colofón el triunfo de Jennifer Hosten, la primera mujer negra que ganó este concurso.
El triunfo de Miss Granada no fue la única sorpresa de esa edición, en la que la ecuatoriana Sofía Monteverde Nimbriotis quedó entre las quince finalistas, de un total de 58 participantes.
También hubodos candidatas de Sudáfrica en el certamen: Jillian Jessup y Pearl Jansen, una mujer negra que fue enviada por el régimen del ‘apartheid’ para desviar todas las críticas que se estaba viviendo en ese país, a causa de la segregación racial y que, al final, terminó como primera finalista.
Todo lo que sucedió aquella noche abrió el debate sobre los concursos de belleza ya no solo relacionados a la cosificación de las mujeres, sino como eventos que sirven para reflexionar sobre el racismo y la identidad nacional dentro de la sociedad contemporánea.
En Ecuador este debate, que por años pasó inadvertido, se reactivó la semana pasada con el estreno de ‘Mónica, la primera’, el último capítulo de la undécima temporada del podcast Radio Ambulante; dedicado a contar la historia de Mónica Chalá, la primera mujer negra que ganó Miss Ecuador.
‘Mónica, la primera’
Este episodio fue coproducido por las periodistas ecuatorianas Desirée Yépez y Lisette Arévalo. A lo largo de 50 minutos, cuentan la historia de Mónica Chalá; desde sus años de infancia hasta aquella noche de noviembre de 1996, en la que ganó el Miss Ecuador.
Para estas periodistas, la historia está atravesada por una idea de representación de la población negra que no ha cambiado tanto desde 1996 y que está vinculada a la idea de que las personas negras solo tienen aptitudes para el deporte. “Me parece -dice Yépez- que es oportuno preguntarse cómo en esta sociedad, que es plurinacional, la representación sobre esta minoría que existe en los medios y los espacios públicos sigue siendo similar a la de esos años”.
Asimismo, para ellas, la relevancia de esta historia radica en que ayuda a visibilizar la existencia de esta población; a cambiar el imaginario de que son personas que solo viven en ciertas provincias, y a recordar cómo estaban condenadas a ciertos oficios y trabajos.
Uno de los datos que sorprendieron a Yépez durante la reportería de este episodio es que en el país, según el INEC, hay más población que se identifica como negra que como indígena.
“Un episodio como este -dice- lo que hace es justamente mostrar eso de lo que nadie habla. En dónde se destaca este dato de la población en el momento de generar política pública. En el día a día, aún se dice poco de las poblaciones minoritarias que están supeditadas a la representación de lo mestizo”.
Racismo mimetizado
En 1996, Jaquie Gallegos, parte del Colectivo AfroComunicaciones, tenía 8 años. Recuerda que en su entorno familiar el triunfo de Chalá se convirtió en algarabía y tema de conversación.
Sin embargo, para ella es importante puntualizar que este no fue un hecho aislado y recuerda que en 1997, por primera vez se reconoció al pueblo afroecuatoriano dentro de la Constitución.
Para Gallegos, el racismo que se vivía en esos años no ha cambiado, solo se ha mimetizado. Asegura que hay otras formas en las que se ejerce la violencia hacia la población negra. “Si no, cómo se justifica que la población más empobrecida y que menos acceso tiene a la educación sea la afrodescendiente”. Agrega que esto sucede porque en el país no ha existido un debate real sobre el racismo que, como diría Aníbal Quijano, está anclado a la colonialidad del poder.