Los miembros de la familia rezan cerca del ataúd antes del reentierro de los restos de sus fallecidos. Foto: AFP.
En la penumbra de un cementerio de Hanói, los empleados desentierran y abren un ataúd, dando inicio a una ceremonia ancestral.
Los familiares lavan los huesos con extremo cuidado, los envuelven en paños de seda y luego los vuelven a sepultar en un ritual que, según sus adeptos, marca el paso último del difunto al más allá.
Los familiares de Nguyen Van Thang, fallecido hace tres años de un cáncer, con 59 años, decidieron cumplir así con su última voluntad.
“Ahora puede descansar en paz en su nuevo hogar. Me siento tan feliz ” , explica su viuda, Ha Thi Thua, tras asistir a la ceremonia.
Se trata de una de las costumbres funerarias más importantes de Vietnam y suele celebrarse antes del Año Nuevo lunar, el Tet, que este año cae a principios de febrero.
Sus orígenes son oscuros pero esta tradición, de varios cientos de años, la habrían traído a Vietnam migrantes procedentes de China.
La lleva a cabo mucha gente, principalmente en el norte del país, fronterizo con China, sobre todo entre las comunidades budistas.
Una persona reza luego de una ceremonia de reentierro de los restos de una mujer en un cementerio en Vietnam. Foto: AFP.
Normalmente, la ceremonia de “reentierro”, que puede durar varias horas, se realiza tres años después de la muerte del difunto.
Con todo, su práctica se está perdiendo poco a poco, conforme se desarrolla la incineración, considerada más simple, rápida e higiénica. El gobierno comunista incita además a la población a optar por la incineración desde los años 1990, con incentivos financieros de 120 euros por difunto incinerado.
Los guardianes de la tradición consideran que realizan una buena acción al organizar un rito funerario de reentierro y ven en él una garantía para una “buena vida” en el más allá para su pariente fallecido.
La familia de Nguyen Van Thang solicitó los servicios de un chamán, que presentó las ofrendas para el difunto: arroz, pollo hervido, un caballo de papel para que su espíritu se eleve, así como dólares falsos.
El chamán entona sus cánticos, tira unas monedas y pide autorización al difunto para abrir su sepultura.
Una vez se saca el féretro del suelo, la familia y los enterradores muestran su alivio: en tres años, la carne del difunto se ha descompuesto, algo que no siempre ocurre tan rápidamente, lo que obliga a veces a retirar los últimos restos de carne.
Los “limpiadores de huesos”, una profesión en Vietnam, pasan los huesos por agua mezclada con hierbas tradicionales.
“¿Tenía el hombre toda su dentadura cuando estaba vivo?”, pregunta uno de ellos a la familia, que asiente. La esposa se derrumba al ver el cráneo de su marido.
En ese momento empieza la última fase: envolver los huesos en seda para situarlos en un caja de piedra (el ‘tieu’ en vietnamita) que será sepultada por siempre.
En Vietnam, algunas personas se especializan en limpiar los huesos de las personas para las ceremonias de reentierro, que se realizan tradicionalmente tres años después del deceso. Foto: AFP.
Para los partidarios del reentierro, no cumplir con esta tradición comporta dejar que las almas de los difuntos se queden bloqueadas en una suerte de limbo. Una hipótesis inadmisible en un país en el que honrar la memoria de sus muertos, especialmente con un altar dentro de las mismas casas, es algo fundamental.
“El alma no puede realizar el viaje por sí misma. Necesita a los humanos, especialmente de la familia, para emprenderlo”, explicó Shaun Malarney, antropóloga de la Japan’s International Christian University.
No reenterrar a sus muertos es como condenarse a que su propia alma ascienda, explica.
Pero la política de incitación a la cremación ha dado sus frutos, incluso entre los ‘limpiadores de huesos’: “Elegí la incineración para mi madre cuando murió en 2017”, explica Tien Huong, uno de los limpiadores de huesos del cementerio de Hanói.
“Al final, lo que cuenta es tu actitud en el momento de la muerte de tus padres, con qué cuidado te ocupas de ellos. Que me reentierren o me incineren, me da igual” explica el investigador Le Quy Duc, especialista en estas ceremonias y exresponsable del Instituto de Cultura de Hanói.