Cuando, durante la conferencia previa al concierto, el lunes a las 19:30, Gustavo Lovato enfatizó en que la noche transcurriría en medio de un repertorio “clásico-clásico” no se alejó ni un poco de lo que pasaría minutos después en la sala de conciertos de la Casa de la Música. El Trío Guarneri de Praga hizo una interpretación impecable de piezas de Haydn, Beethoven y Dvorak, y así materializó la idea de ‘clásico’ en la música.
Apenas empezó a sonar el Trío con piano en Sol mayor, Hob XV/25 (‘El Gitano’), de Joseph Haydn, el efecto teletransportación ocurrió: solo con entrecerrar los ojos podía creerse que se trataba de una velada en la corte de los Esterházy, de la cual el virtuoso austriaco fue músico oficial durante casi 30 años, durante la segunda mitad del siglo XVIII.
La potencia, que paradójicamente se amparaba en la sutileza, de los dos Guarneri se complementó a la perfección durante toda la noche con el piano que se dejó acariciar por Ivan Klansky. Tanto Cenik Pavlik (en el violín) como Marek Jerie (en el violoncello) dialogaban con Klansky haciendo de la noche casi una competencia en busca de la delicadeza, logrando que pareciese que las notas que llenaban la sala tuvieran la textura y la luminosidad de las pompas de jabón.
Tanto con la pieza de Haydn como con las dos restantes (más la segunda parte de una composición de Mendelssohn Bartholdy que regalaron al público al final de la noche), el dominio absoluto de los instrumentos y la partitura creó momentos interpretativos vigorosos; siendo Pavlik el más histriónico e intenso, abrazado a su instrumento, creado en 1735.
Desde mediados de 2011, el trío checo está celebrando sus bodas de plata con una gira que los ha llevado a 20ciudades de Europa y América. A Quito llegaron luego de haberse presentado en Buenos Aires, frente a 3 000 personas en el Teatro Colón, y a unas 1 000 en Lima. La noche del lunes, la Casa de la Música lucía sus puestos de los costados vacíos (hubo 400 asistentes y la sala alberga 700), lo cual es una lástima por la calidad del espectáculo.
El Trío con piano en Re mayor opus 70, No. 1 (‘Fantasma’), de Beethoven imprimió un tono nuevo, menos gozoso; pero las, por momentos, ‘conversaciones’ apretadas y tumultuosas que mantenían entre sí los tres instrumentos hicieron las delicias de los presentes. La vivacidad de la voz del violín destacó en esta pieza y también en el Trío con piano en Mi menor opus 90 (‘Dumky’) de Dvorak. Fue un repertorio clásico en toda regla; fue un regalo para una noche fría quiteña.