Una condena pesa sobre el cineasta Jafar Panahi: seis años de arresto domiciliario y 20 años vetado para hacer cine. Mientras espera el resultado de una apelación, su colega Mojtaba Mirtahmasb registra las ideas y las frustraciones de un hombre censurado por el Régimen iraní. Eso es ‘This is not a film’, documental que se exhibió ayer en los EDOC11; y filme que llegó a Cannes en un ‘memory flash’ oculto en un pastel, como para demostrar que ante la opresión queda la creatividad.
Para que situaciones como la experimentada por Jafar Panahi no se repitan y sean la constante en ambientes represivos, cabe pensar en el cine como un disparador de reacciones, como un elemento capaz de transformar la realidad, desde la reflexión que se incuba al verlo.
Así, el EDOC11 además de lo propuesto con la presentación especial de ‘This is not a film’, programó una sección que se presta para entablar las relaciones entre la producción cinematográfica y el territorio de lo político. Se trata de Imagen – Acción: las formas de representar lo político, donde nueve filmes tratan sobre movimientos y personajes que incidieron en los cambios. Además de ‘Cabra, nacido para morir’, de Eduardo Coutinho, está el filme francés ‘El rojo trasfondo del aire’, que en 1977 planteó una mirada a los procesos juveniles y rebeldes de finales de los años 60, para resucitar su accionar.
Así también, filmes más recientes como ‘Buenaventura Durruti, anarquista’, sobre el personaje muerto en la Guerra Civil española, o ‘La noche del golpe de Estado’, sobre la Revolución de los Claveles de 1974. De este lado del charco se presentan ‘Agarrando pueblo’, sobre los filmes que mercantilizan la pobreza latinoamericana, o ‘Llocsi caimanta!’, que pone en pantalla la lucha de una comunidad contra una minera y las dinámicas extractivistas.
El documental que me marcó
‘Los gatos de Mirikitani’
‘Los gatos de Mirikitani’, de Linda Hattendorf. Recuerdo que lo vi dos veces, la segunda fui con alguien a quien quería gustarle, caerle no sólo bien sino mejor que el resto, y sentía que ese documental podía ayudarme.
De hecho me ayudó, porque cuando invitas a alguien a ver una película, al menos en mi caso, es porque la cinta te representa, comparte tu visión del mundo, algunas opiniones claves y una especie de moral que quieres demostrar que tienes o, simplemente, desearías tener.
El retrato del personaje me hizo sentir que uno puede restarse del mundo y vivir protegido por las paredes de un paréntesis invisible. Me hizo ver que la soledad, cuando no es un propósito, es un peligro: corres el riesgo de cruzar el límite y no regresar, de quedarte del otro lado y alejarte incluso de ti mismo. Me hizo ver y sentir que al final, con no poco esfuerzo y cediendo en un par de cosas, puedes hacer las paces con todo lo que te rodea, y pasarla bien.