Uno de los principios del surrealismo, según escribe André Bretón en el primer Manifiesto Surrealista, es el ‘automatismo psíquico puro’, del cual resulta la libre asociación del pensamiento ligado al espíritu, desapegado de toda racionalidad para generar un tipo de arte vivo, libre de todo precepto estético o moral, sin otra preocupación que “expresar el funcionamiento del pensamiento”, que “toma contacto con el inconsciente”. 80 años después, cuatro artistas peruanos presentan en Quito las obras que crean bajo la influencia de esta corriente.
Enrique Bruce M., catedrático de la Pontificia Universidad Católica del Perú y PhD en Literaturas Hispánicas, presenta a los artistas como “de afición o empresa sistemática surrealista”, haciendo hincapié en el hecho de que el surrealismo, en cuanto refutador de la racionalidad, rechaza por principio la linealidad temporal “que podría dictar, por ejemplo, la caducidad de una escuela o movimiento”, y reafirma la vigencia del interés por los parámetros fundamentales del surrealismo, a favor de la imaginación y de la libertad artística.
Jorge Vigil, Francisco Vilchez, José Luis Carranza y Hugo Salazar exponen su trabajo en la sala V del Centro Cultural Metropolitano, hasta el 28 de octubre. Sus obras, entre óleos, acuarelas y técnica mixta, son el testimonio de más de un decenio del trabajo en artes plásticas en Perú. La Embajada de ese país es la responsable de traer la muestra al Ecuador.
Las 16 obras que se exhiben abordan temas alejados de la tradición andina, temas que se acercan más a lo onírico o a lo subjetivo, y que atienden únicamente al pensamiento de sus creadores, reflejando sobre la tela una porción de su inconsciente.
Según Bruce, lo que importa es la “inmediatez de la obra”, el “aquí y el ahora de una exposición en un centro cultural”, a pesar de la conocida evolución que tuvo el movimiento surrealista, hasta su desintegración en 1946.
Entre las obras de José Luis Carranza se cuentan dos acuarelas dedicadas a los monstruos míticos Medusa y Gorgona. Ambos tienen una expresión demoníaca que contrasta con los colores vivos que usa el artista, generando por ello un encanto que amenaza con dejarnos petrificados.
Salazar, Vilchez y Carranza pertenecen a diferentes promociones de la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú. Jorge Vigil realizó estudios en la Escuela de Bellas Artes de Lima y en la Escuela de Comunicación de Pau, gracias a una beca del gobierno francés.