El pozo ANC001 de la Ancon Oil Company es un vestigio de la historia petrolera de esta parroquia de Santa Elena.
Ancón vive de su historia. Fue la primera ‘ciudad petrolera del Ecuador’ y conserva en sus calles y entre las casas los antiguos balancines de los pozos. En sus casonas guarda los recuerdos de los 57 años que estuvo ocupada por el campamento minero de la compañía inglesa Anglo Ecuadoriam Oilfields Ltda.
La empresa se instaló entre 1919 y 1976 en esos terrenos desérticos, a 50 metros sobre el nivel del mar. Ubicada a 140 kilómetros de Guayaquil, poco a poco los extranjeros levantaron una ciudad que hoy mantiene esa marca inglesa.
Ancón es actualmente una pequeña parroquia de Santa Elena de unos 7 000 habitantes. En la vía Guayaquil-Salinas se puede ingresar a la altura de la comuna Atahualpa -conocida por la fabricación de muebles de madera-.
Desde ahí ya se observan los pozos activos de petróleo, las tuberías y grandes tanques hasta llegar a la cabecera parroquial. Parece que es un pueblo anclado en una película antigua.
La Unidad de Policía Comunitaria funciona en una construcción de una planta, que se extiende en una cuadra. Data de 1920; conserva los materiales originales y tiene un cerramiento de madera. En los tiempos de la Anglo era la oficina de correos y el telégrafo. Ahora hay literas de los policías y un calabozo pequeño.
Así, a lo largo de la avenida Petrolero, la principal de la ciudad, es posible observar las edificaciones; se destaca la Iglesia de una nave construida en 1957 y que posee una arquitectura inglesa victoriana.
Para levantarla se utilizaron vigas de hierro importado y recios puntales de madera empernados; las paredes laterales y la fachada fueron revestidas con una original mezcla de cemento, arena y conchilla que le da un acabado novedoso.
Esa técnica se conoce como el enquinchado patrimonial, que es la caña revestida de esa mezcla de material, que predomina hasta la actualidad. En una placa, ubicada en la vereda de la iglesia, se lee ‘Ancón. Ciudad Patrimonial’.
Gilda Tumbaco ofrece servicios de turismo a los visitantes a través de su agencia Copey Tours. Ella señala cuatro razones para que en noviembre del 2014 la ciudad fuera declarada Patrimonio Cultural de la Nación. El predominio de la arquitectura inglesa, las instalaciones petrolíferas que datan de inicios del siglo XX, la memoria viva que conserva el pueblo y sus acantilados.
Cuenta que los extrabajadores de la Anglo se asentaron en esas tierras hasta convertirla en una ciudad. Muchos de ellos mantienen la historia del campamento minero: Manuel Freire, José Mora, Luis Carrión y otros con quienes Tumbaco ha dialogado para extraer sus recuerdos y construir el relato que transmite a los turistas.
Su padre, Lorenzo Tumbaco, fue empleado administrativo y sus abuelos paternos y maternos también fueron obreros. “La mayoría somos hijos de descendientes de trabajadores de los ingleses. Hay una minoría que llegó desde 1976 cuando se fue la Anglo”, dice Gilda.
En ese año, el Estado ecuatoriano asumió la explotación a través de la entonces Corporación Petrolera Ecuatoriana (CEPE). Luego Petroprodución, en 1994, entregó el campo Gustavo Galindo a la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol) y desde el 2001 la empresa Pacifpetrol está operando el bloque.
Los ingleses se instalaron en diciembre de 1919, pero la historia petrolera de Ancón había comenzado en 1911. La Ancon Oil Company perforó el primer pozo petrolero, el ANC001, que convierte a la parroquia en pionera en la explotación petrolera del país.
Pero lo abandonó por la baja producción, hasta que ocho años después llegó la Anglo.
Entre 1940 y 1950, Ancón se había convertido en una “ciudad modelo”, según el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), que cita una publicación de la historiadora guayaquileña Jenny Estrada.
El INPC inventarió 90 edificaciones, 58 conjuntos urbanos, 14 barrios, 22 bienes industriales y 2 artísticos.
Tenía casas uniformes, pintadas todas de blanco con detalles verdes, calle principal asfaltada, calles secundarias asentadas con brea. Había automóviles y camiones numerados que cubrían las distancias entre las oficinas. En el centro había una iglesia y clubes sociales, y una tienda para trabajadores, que fue el primer comisariato del país.
En uno de esos clubes, el Andes, nació Alberto Spencer, el ‘goleador de Ancón’. A los 15 años vistió su camiseta y lo proyectó al fútbol internacional hasta que en los años 50 llegó al Peñarol de Uruguay.
El INPC señala que en esos espacios surgieron también las categorías sociales, según la división del trabajo, la procedencia cultural y al estatus del personal. “Esas categorías eran rígidas que demarcaban los límites de la relación social y laboral entre los ingleses y las clases de trabajadores”.
Para Gilda Tumbaco no se trató de una forma de discriminación, sino de un estilo de vida y una cultura distinta. Por ejemplo, la ‘hora inglesa’, que establecía la puntualidad, los horarios para las comidas y para las jornadas de trabajo.
Zulema Albán, hija de maestros de la época inglesa, recuerda que se formaron zonas según su estrato laboral y aún mantienen los nombres. Los barrios Guayaquil, Manabí, Otavalo, Alausí, Central.
El Barrio Inglés era exclusivo y ahí vivían los gerentes y jefes de la compañía. Ahí se levanta el Club Ancón, fundado en 1928, hoy cerrado por restauración. En este sector están las casonas más grandes y conservadas. Por ahí se puede llegar al mirador para observar los acantilados y al restaurante Barranco .
El Gobierno Autónomo Descentralizado de San José de Ancón (GAD) es una pequeña casa donde atendía el departamento de Recursos Humanos en la época de los ingleses.
Martha Pilco, la presidenta del GAD en dos períodos, despacha desde esa construcción.
Dice que la declaratoria patrimonial permitió restaurar los ‘canchones’, donde vivían los trabajadores. Pero quedó pendiente el proyecto ‘100 años 100 casas’. Pide que la memoria de Ancón no se pierda y espera que la primera ciudad petrolera se incluya en las guías turísticas del Ecuador.