Investigadores de la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), en Ecuador, reportaron los dos primeros registros de jaguares (Panthera onca) por encima de los 2 000 metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.) en los Andes ecuatorianos. El estudio fue publicado en la revista Mammalia a finales de 2021.
Considerado el felino más grande del continente americano y el tercero del mundo, el jaguar se ubica en la parte superior de la cadena alimenticia y esto le da un papel preponderante en el ecosistema.
No obstante, la pérdida de hábitat, la cacería y la introducción de enfermedades a través de fauna doméstica han provocado que el jaguar haya perdido el 55% de su territorio histórico desde Argentina hasta Estados Unidos, considerándose prácticamente extinto en Estados Unidos, Uruguay y El Salvador. De allí que la cuenca del Amazonas se ha convertido en su gran refugio, albergando el 89% de su población total.
En Ecuador, el jaguar está catalogado como una especie en peligro de extinción, según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Este mamífero es especialmente vulnerable en la región Costa, donde su situación es crítica.
Los jaguares fueron captados por la red de monitoreo que articula la UTPL junto a gobiernos autónomos descentralizados (GAD) y reservas privadas en el Corredor de Conectividad Sangay-Podocarpus.
Uno de los felinos fue captado en la reserva Tapichalaca (Zamora-Chinchipe) y, el otro, en el Parque Nacional Río Negro-Sopladora (Azuay y Morona Santiago), a 2 300 y 2 600 m.s.n.m., respectivamente.
El cerro Tapichala está ubicado en la cuenca del río Mayo, que une las poblaciones de Palanda y Zumba, en la provincia de Zamora Chinchipe. Allí, según los autores del estudio, son más de 40 años que la gente no ha visto un jaguar.
¿Qué hay detrás del hallazgo?
Daniel Griffith y Rodrigo Cisneros, coautores del artículo ‘New altitudinal records of Panthera Onca (Carnivora: Felidae) in the Andean region of Ecuador‘ señalan que estos registros a estas altitudes plantean preguntas importantes sobre la ecología y conservación de la especie en los bosques montanos andinos.
“El registro de 2.600 m.s.n.m. es una locura, el lugar está rodeado de páramo y bosque de ceja de montaña. Esto justificó hacer el artículo y todas las especulaciones que hicimos”, asegura Cisneros.
Los científicos plantean tres hipótesis en el artículo: que sea parte de un pulso migratorio previamente no detectado entre la Amazonía y Los Andes; un fenómeno causado por presiones humanas en tierras bajas; y la incidencia del cambio climático.
Griffith considera que puede ser normal que, de vez en cuando, el jaguar se disperse de una zona a otra. “Puede ser que esté pasando de la Amazonía a la Costa (…) También puede que sea un fenómeno provocado por la expansión ganadera, por lo que estaría buscando refugio en tierras altas. Pero más allá de todas estas especulaciones, los registros ponen en evidencia la necesidad de hacer monitoreo para revelar todas estas novedades”.
Para los investigadores es vital preservar el hábitat y los corredores para el jaguar ya que su conservación implica también la de muchas otras especies con las que comparte territorio.
Buena noticia
Maricruz Jaramillo, coordinadora de ciencia de Panthera, organización mundial dedicada a la conservación de los felinos salvajes, le dijo a Diario El Tiempo de Colombia, que en todo caso los registros son positivos, dado que el jaguar es una especie que funciona como indicador de la buena conservación de un ecosistema. Es decir, si hay jaguares en una zona esto quiere decir que es un área bien conservada.
Jaramillo agrega que si bien el hecho de este registro es llamativo, es clave tener en cuenta que aunque hoy ya no sucede, históricamente se sabe que los jaguares habitaron zonas con elevaciones mayores a los 2 000 metros en la cordillera de los Andes. Además, este animal es fácilmente adaptable a casi todo, su única amenaza real hoy en día es el ser humano.
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