Dos desconocidos se enfrentan a los riesgos de la montaña y de sus afectos. Foto: outnow.ch
Hany Abu-Assad, el director palestino que llevó el cine de su país al Oscar en dos ocasiones, ahora conduce su obra por otro sendero: el del entretenimiento. Así lo evidencia ‘La montaña entre nosotros’, el octavo largo de ficción en su carrera, pero apenas el segundo bajo la fórmula de Hollywood.
Con un guión basado en la novela homónima de Charles Martin, el director tiene a su disposición una serie de elementos de indiscutible calidad. Uno de esos es el dueto conformado por los experimentados y premiados Idris Elba (Globo de Oro, 2012) y Kate Winslet (Oscar, 2009).
Ellos interpretan a Ben Bass, un respetado neurocirujano, y a Alex Martin, una reportera gráfica. Dos desconocidos que, por casualidad, se encuentran varados en un aeropuerto, con vuelos retrasados. La calamidad y el apremio por llegar a su destino son razones suficientes para compartir los gastos de un viaje privado.
Circunstancias que pronto adoptan la forma de la tragedia, cuando el pequeño aeroplano en el que se trasladan los protagonistas se desploma sobre una escarpada y gélida cordillera, y del que apenas escapan con vida.
Video: YouTube, cuenta: 20th Century Fox LA
Sin embargo, con el escenario dispuesto para hurgar en las vilezas y proezas que supone la lucha por la supervivencia, el filme cambia de dirección. Decide dar impulso a la aventura de dos montañistas improvisados y la forma en que afrontan los riesgos impuestos por la naturaleza y un clima extremo, sin más compromisos que la confianza mutua, como norma de supervivencia.
También hay elementos, como el perro que acompaña a los protagonistas, que se introducen de una forma tan poco sutil, que denotan el artificio y su intencionalidad.
Las majestuosas e imponentes locaciones son bien aprovechadas por la fotografía a cargo de Mandy Walker, pero la montaña queda subestimada como un personaje más, del que se extraen solo ciertos elementos narrativos.
La música de Ramin Djawadi, el compositor de ‘Juego de Tronos’, le imprime las variaciones de ritmo necesarias a una travesía que se alarga por casi dos horas.
Aunque el deterioro físico y psicológico no coincide con el tiempo que se supone han permanecido a la intemperie, la soledad y los peligros del entorno impulsan un acercamiento físico y también emocional entre los protagonistas. Esa proximidad va dejando pistas sobre su vida antes del accidente y deja latente un afecto, con más de un obstáculo. Entonces, la aventura se traslada hacia el romance.
Al final, emoción y adrenalina se convierten en ingredientes de una aventura de manual, en la que Abu-Assad podría haberse arriesgado más como director.