Dormir. Foto: Archivo EL COMERCIO
Desde el 1 de septiembre pasado los padres retomaron una rutina que inicia con el reloj despertador. La mayoría de escuelas y colegios del régimen Sierra, ingresan a clases a las 07:00. Por lo que para llegar a tiempo, los representantes deben ‘levantar’ a sus hijos por lo menos con dos horas de anticipación.
Estas ‘madrugadas’ ya forman parte de la cotidianidad de los estudiantes. Pero contrariamente de lo que se cree, la falta de un descanso satisfactorio en los niños y jóvenes podría generar repercusiones en su salud y en su desempeño académico.
Así lo afirma un estudio publicado por la Academia Americana de Pediatras (AAOP) por sus siglas en ingles. En algunas escuelas de Estados Unidos, se decidió adelantar la entrada del ingreso a clases de las 08:00 a las 07:20, para reorganizar las demandas curriculares.
Pero esta medida, según el documento de la AAOP, pone en evidencia al insuficiente descanso en adolescentes, a lo que la organización considera como un problema de salud pública.
Esa afirmación se basa en el estudio realizado por el Dr. Kyla Wahlstrinm, en donde se documentó los efectos positivos de retrasar el horario de ingreso a clases. Entre los beneficios, se destacan la obtención de mejores calificaciones e incluso pruebas académicas con resultados estandarizados.
AAOP también difundió otros análisis que abordan los problemas de sueño en los adolescentes, consecuencias en la salud del déficit crónico del sueño y formas de promover un descanso saludable en los menores.
En el texto se concluye que la mayoría de niños y jóvenes estadounidenses no duermen lo suficiente, lo que puede traer consecuencias en salud mental y psíquica, educación e incluso en su habilidad de manejar.
De acuerdo a la Fundación Nacional del Sueño (NSF) por sus siglas en inglés, los adolescentes necesitan al menos nueve horas y media de descanso.
¿La razón? La pérdida crónica de sueño contribuye a aumentar los niveles de depresión, tendencias suicidas y obesidad. Además, en los estudiantes puede ser un factor que incida en bajas calificaciones, déficit de atención y concentración, y rendimiento académico en general.
Sin embargo, ambas organizaciones aclaran que dormir más temprano no es la solución. “Los jóvenes están despiertos hasta altas horas de la noche, no porque no quieran dormir, sino porque no pueden hacerlo”.
Esto se da debido a la liberación retardada de la melatonina en el cerebro de los adolescentes y la falta de “unidad de sueño”. En respuesta a la fatiga, los adolescentes no se sienten con sueño hasta mucho más tarde que los niños pequeños o los adultos. Y por ende, tienen dificultad para conciliar el sueño, incluso cuando están cansados.
Una de las soluciones que plantean ambas organizaciones es retrasar el horario de ingreso a clases para que los estudiantes tener un descanso óptimo y su rendimiento mejore.