Los sonidos vibrantes de una pandereta y el armonioso acordeón fueron los teloneros de ‘La soledad de las luciérnagas’, una puesta en escena dirigida por Arístides Vargas y escrita y actuada por Alegría Cáceres y Víctor Stivelman.
Un pleito entre dos niños, uno de los cuales le quebró dos dientes al otro, hace que sus padres se reúnan e intenten encontrar una solución ‘madura’ para el conflicto. En ello no hay buenos, ni malos, ni ganadores, ni vencidos, solo cuatro adultos que se insertan en una dinámica de ‘modales’ y de discusiones ‘racionales’. Pero las relaciones de los personajes en cuestión se configuran desde las diferentes visiones sobre el mismo hecho, las presiones sociales, los problemas de pareja, la corrección política... Todo ello y aún más construye la situación de ‘Un dios salvaje’, obra teatral que desde hoy abre sus funciones para el público, en el Teatro del CCI, a las 20:00.
Grupos teatrales ecuatorianos tuvieron, en el 2011, la posibilidad de viajar y de ser reconocidos por públicos y festivales extranjeros. Algunos inclusive se alzaron con premios.
Estar en la escena como quien está perdido en medio de la niebla, sin saber si es montaña o abismo lo que nos depara, con la certidumbre única de hallarse ante el fin del mundo. De una sensación así deviene el título con el que el director, dramaturgo e investigador teatral, Patricio Vallejo Aristizábal, bautizó su más reciente libro 'La niebla y la montaña', un tratado sobre el teatro ecuatoriano desde sus orígenes. Si obras dramáticas es lo que menos se publica actualmente en el país, textos de investigación sobre las artes escénicas carecen de número para entrar en la estadística. Desde aquí ya se puede medir el aporte de este libro.