Desde hace años, nadie queda inmune cuando se anuncia que Michel Houellebecq publicará un nuevo libro. Días antes del esperado lanzamiento, las aguas se dividen entre los que consideran a su literatura como lo mejor de las letras francesas después de Jean Paul Sartre y los que creen que su escritura es tan repulsiva que recomiendan no leerlo.
En la terraza del Café de Flore, en Boulevard St. Germain, donde se sentaba casi todos los días, a unos pocos pasos de Le Deux Magots, donde también se lo veía siempre junto a Simone de Beauvoir, me he sentado a escribir sobre Jean Paul Sartre, a 34 años de su muerte. El tomaba apuntes y se dejaba ir por el mundo de sus ideas en estos dos ámbitos, donde venían para mirarlo.