Les presento mi solución a todos los males colectivos que aquejan al Ecuador: entender que quienes trabajan en el Estado son servidores públicos y no autoridades. Parece magia, ¿no? Uno lo piensa y no entiende por qué no se le ocurrió semejante obviedad antes. Con esto comprendido, todo empieza a caminar por el andarivel correcto y el poder regresa a quienes pertenece: a los millones de votantes y contribuyentes, y no a un puñado de empleados estatales.
Jacinto Espinoza aún mantiene la larga cabellera ensortijada de sus épocas de jugador. Ahora usa terno y su abdomen ha crecido de forma notable. Llega agitado al segundo piso de la Subsecretaría del Ministerio de Educación, en el norte de la ciudad. Saluda con familiaridad a las asistentes y se dirige a la oficina del titular del ente, Dean Torres.