Los 87 asambleístas que aspiran la reelección, esto es más del 50 % de sus integrantes, seguramente consideran que el papel desempeñado por ellos en el recinto legislativo, salvo contadas excepciones, ha sido digno de ser reconocido por el aporte que han dado al país durante cuatro largos años de actividad “patriótica y sacrificada”, así entre comillas, cuando la verdad es que el pueblo ecuatoriano se ha sentido defraudado precisamente por la falta de capacidad y entereza de los honorables para resolver los graves y acuciantes problemas de corrupción, delincuencia e inoperancia que se han presentado al más alto nivel, a tal extremo que la pobreza se ha generalizado y la esperanza de un futuro mejor se ha desvanecido irremediablemente, y si los electores insisten en esta reelección, lo que están provocando es un mañana sin esperanza ninguna, a sabiendas que el país requiere de nuevos elementos para que cumplan a cabalidad con el noble cometido de legislar y fiscalizar en beneficio de todos, creando leyes para un mejor ordenamiento de la administración pública, pero sin hipotecar sus conciencias ni mucho menos sometiéndose ante la irrupción del Ejecutivo, pues pretender conseguir una vez más la preferencia popular es pedir demasiado como que el pueblo ecuatoriano es por demás ingenuo, miope y sin un elemental sentido de observación y análisis del verdadero estado en que se halla la República, acosada por la incontenible agresión de la delincuencia y el crimen organizado.