Vivir en Quito implica estar listo para las indecisiones de su clima. Puede amanecer lloviendo y, a medida que avanza el día, recibir los inclementes rayos ultravioletas del sol, que golpean con fuerza en la mitad del mundo. Antes de salir de casa, es vital llevar sombreros, paraguas, gorras y cualquier otro implemento que ayude a protegerse, no solo del clima sino ahora también del covid-19. No hay accesorio que sobre en esta realidad quiteña.
El entorno ha cambiado, la pandemia del coronavirus creó un escenario distinto en ciudades y personas, y los ojos -reales o artificiales- cobraron una nueva dimensión.
Un conocido refrán dice que el miedo es libre; y en esta época, cuando enfermarse de covid-19 puede significar un antes y un después, ninguna medida de protección está de más. Este ensayo fotográfico, hecho por seis fotoperiodistas en tres ciudades, refleja cómo se cuidan algunas personas.
Recorrer la Sierra al final del verano permite captar imágenes de postales emocionantes. Pero los fenómenos naturales añaden colores y formas irrepetibles.
El Metro de Quito es sin duda una de las obras más importantes de los últimos años. Visitar y observar su arquitectura y diseño puede maravillar a cualquier persona.
El Centro Histórico es una de las zonas de Quito que concentra una gran cantidad de casos de coronavirus. Sin embargo, allí la gente realiza sus actividades cotidianas en medio de una realidad diferente. Caminan, conversan, se reúnen con otras personas y no utilizan sus mascarillas o lo hacen de la forma incorrecta. Es como si creyeran que el virus no existe o que no los fuera a afectar. Quienes van al sitio esporádicamente guardan un poco más de cuidado.