La derrota del 23-F marcó el inicio del declive implacable del correísmo, que se acelera con la caída de los precios del petróleo y las inconsultas y desesperadas medidas tendentes a equilibrar el presupuesto del presente año. Del triunfalismo electorero han pasado a la fobia electoral; no quieren ningún proceso electoral hasta el 2017 y aspiran, en aquel año, a que existan más de 10 bobos candidatos presidenciales, que le faciliten la división en beneficio de la reelección. Ha empezado a despedirse, justamente, para alentar el avispero de los bobos candidatos que le creerán en beneficio de la división.