Se han impuesto como misión recorrer el país y viéndolos, escuchándolos, parece que su peregrinar está rodeado de un halo de penitencia. Han enfilado contra su propia creación: el presente gobierno. Olvidan deliberadamente que han sido actores cruciales en los distintos momentos de la instauración del actual régimen. Fueron los que, con sus movilizaciones en las calles, sus votos en distintos órganos colegiados, algunos de sus garroteros actuando agresivamente intimidando a funcionarios o jueces, consiguieron el derrumbe institucional. Posteriormente se erigieron en funcionarios de Estado o alcanzaron postulaciones que los encumbraron en los órganos legislativos nacientes donde diseñaron ese galimatías jurídico denominado constitución. Desmantelaron la precaria institucionalidad existente para otorgar un cheque en blanco que ha terminado en el desorden que hoy vivimos cuyas muestras cumbres son la supuesta reforma judicial, nada independiente, y el desastre que tiene en serios apuros al organismo electoral. Su crítica a lo existente se parece a una broma cruel como que si la sociedad entera fuera absolutamente desmemoriada y habría olvidado su paso por el poder.
Probablemente nunca se sabrán las razones reales que los separaron del gobierno. Lo que es difícil aceptar es que ellos que actuaron decididamente en el desmantelamiento del Estado de derecho ahora se preocupen por las formas democráticas y por el supuesto sesgo del régimen hacia la intolerancia, cuando desde el primer día de este gobierno esa fue su característica principal. También se menciona que existen profundas diferencias entre el rumbo del régimen y los principios inicialmente propuestos.
Estuvieron cómodos con las reformas en materias tributaria, societaria, laboral. Si bien era indispensable modificar gran parte del marco legal, entonces vigente el carácter que se imprimió a la reforma fue el que siempre primó en grupos de izquierda, fueron sus banderas por años. Si ese cambio ha sido en gran parte el óbice para que exista más inversión, se fomente la creación de empleo, tienen responsabilidad en los resultados . Si el país no puede cambiar su matriz productiva, es porque no hay la seguridad indispensable para atraer inversión, en consecuencia no hay posibilidad de innovación alguna.
Si continuamos siendo una economía dependiente, rentista, es porque no se ha creado el ambiente adecuado para impulsar nuevas empresas. Nos quieren hablar de tolerancia y democracia los que nunca, por formación ideológica, han creído los que las desprecian por considerarlas de “gusto burgués”. Muy difícilmente tendrán otra posibilidad de ser gobierno si continúan aferrados a su fanatismo. Lástima porque desde la izquierda también se requiere seres que dejen de lado sus intereses particulares o de grupo para participar en la tarea urgente de restaurar la institucionalidad en el país.