Desde julio y agosto pasados, el dólar se ha apreciado más del 3% con respecto al euro y casi un 8% con relación al yen. Esta semana, el dólar se vendió a niveles superiores a 109 yenes, un máximo que no se había registrado desde inicios de 2008; y el euro se cotizó por debajo de 1,27 dólares, un mínimo que no se había alcanzado desde 2012.
El fortalecimiento de la moneda norteamericana se debe a que los inversionistas que comercian con monedas –los “traders”– están liquidando sus posiciones en euros y yenes para comprar dólares. Hacen esto porque creen que la divisa norteamericana seguirá ganando valor –es decir que continuará apreciándose– ya que las expectativas de crecimiento de los EE.UU. son significativamente más altas que las de Europa y América Latina, para el próximo año.
Se espera también una subida de las tasas de interés norteamericanas porque el Banco de la Reserva ha dado muestras de que reducirá la liquidez en esa economía, dejando de comprar bonos. Esas tasas de interés alcistas serán un incentivo adicional para comprar la divisa norteamericana y, por tanto, para que el dólar siga ganando valor.
Para el Ecuador, el retorno de un dólar fuerte tiene connotaciones ambivalentes. Supone, por un lado, el encarecimiento de nuestras exportaciones en los mercados europeo y asiático. El acuerdo de libre comercio con Europa atenuará –pero no eliminará– las dificultades que supondrá vender productos más caros a consumidores que, por la crisis, desean ahorrar al máximo. De otra parte, los consumidores asiáticos están culturalmente orientados a comprar lo más barato, haya crisis o no.
La apreciación del dólar no afectará los precios de nuestras exportaciones en EE.UU. –esa es una de las ventajas de estar dolarizados– pero la mayor capacidad adquisitiva que comenzarán a tener los norteamericanos podría hacer que ellos empiecen a sustituir nuestros productos por otros más caros y de mejor calidad.
La gran oportunidad que se le presentará a Ecuador con el advenimiento de un dólar fuerte es la posibilidad de ofrecer al inversionista extranjero una mayor estabilidad cambiaria de la que tendría en otros mercados. Me explico: ya que habrá un incentivo para que las inversiones se hagan en dólares, las monedas de mercados emergentes –como el real brasileño o el peso colombiano– se volverán más volátiles.
La volatilidad cambiaria inhibe la inversión extranjera porque el empresario corre el riesgo de perder toda o una porción importante de las ganancias que obtuvo en un país, a causa de una depreciación inesperada de la moneda local.
Las inversiones que se hagan en Ecuador no tendrán ese riesgo cambiario. Este podría ser un factor decisivo para atraer los capitales que tanta falta le hacen a nuestra economía.