Venezuela necesita revisar sus estrategias de seguridad. Con urgencia. Basta mirar las cifras de homicidios. Según el Observatorio de la Violencia, que dirige el sociólogo Roberto Briceño-León, se cometieron más de 19 000 asesinatos el año pasado. Con una tasa de 67 homicidios por cada 100 000 habitantes, Venezuela es hoy el país más violento de Latinoamérica.
Las cifras no son oficiales. Como lo señala un informe de la BBC, el Gobierno dejó de publicar estadísticas sobre homicidios desde hace ocho años. En algunas ocasiones, sin embargo, funcionarios gubernamentales han reconocido el problema.
En febrero del 2011, el Ministro del Interior observó que la tasa de homicidios era de 48 por cada 100 000, ya entonces muy por encima del promedio regional y entre las más altas del continente.
Lo sucedido en Venezuela adquiere mayores dimensiones trágicas si se tiene en cuenta su trayectoria histórica. Durante las décadas de los setenta y ochenta -señala Briceño-León-, la tasa de homicidios era de ocho por cada 100 000 habitantes, similar a la de los EE.UU. El problema se agravó a partir de 1989, tras el ‘caracazo’ y los intentos de golpe de Estado de 1992. Cuando Chávez llegó al poder, el número de homicidios anuales era ya superior a los 4 500. Al cumplirse sus primeros cinco años de Gobierno superaban los 11 000.
Venezuela parece haber desplazado a Colombia en el escalafón de los países más violentos de la región en las últimas dos décadas. La tendencia aquí continúa en descenso, aunque el problema sigue siendo agudo: habríamos cerrado el 2011 con más de 13 500 homicidios.
Otros países de la región no alcanzan los altísimos índices venezolanos, pero su trayectoria ascendente debe ser motivo de serias preocupaciones. En Brasil, la tasa pasó de 11,7 a 26,2 entre 1980 y el 2011, como lo señala Rubén Aguilar Valenzuela: “En los últimos 30 años han sido asesinados un millón cien mil brasileños” (www.infolatam.com, 3-01-12). En México, donde había predominado cierta tendencia a la baja, la tasa de asesinatos pasó de 8 a 18 entre el 2005 y el 2010. Habría que distinguir entre los países que aún tienen tasas de homicidio de 4 ó 6 puntos, como Uruguay y Chile, y aquellos cuyas proporciones son extraordinarias, como Venezuela, Colombia y Guatemala. Sin embargo, no solo la tendencia regional parece hacia el ascenso. En medio del optimismo que siguen generando algunos resultados económicos y sociales, importa advertir la catástrofe humanitaria provocada por tantos asesinatos.
No obstante, en muchos de los países es notable la presencia del crimen organizado, con fuertes ataduras al narcotráfico.