Reinaldo Páez Z.

Una vida ejemplar

El Dr. Roberto Proaño Santana formó parte del equipo que eliminó la oncocercosis en el Ecuador. Esta parasitosis trasmitida por una variedad de mosquitos, que ocasionaba la ceguera total de los pacientes, había aparecido en la provincia de Esmeraldas. El ambiente inhóspito obligaba a tomar medicamentos que previnieran contaminaciones. El Dr. Proaño presentó una complicación medicamentosa: insuficiencia hepática severa; tuvo que recibir el trasplante de hígado, un procedimiento quirúrgico que estaba en los albores y que se lo realizaba en España. La cirugía fue exitosa, luego de vencer avatares con escenas impactantes de amor filial.

El doctor Proaño se especializó en oftalmología en Canadá, cuando volvió fue designado director del Hospital Vozandes. Su jovialidad traducía una enorme paz espiritual y de su entereza brotaban fraternidad y alegría. Juntó su amor a la medicina con el amor al prójimo en un sentimiento puro que lo ligó a sus pacientes y a los discípulos que pastoreó. La ética fue su compañera permanente y sus experiencias de trasplantado, la motivación para promover los bancos de órganos. Con merecimiento enriqueció a la Academia Ecuatoriana de Medicina y alcanzó su sillón de número.

Los medicamentos inmunosupresores le provocaron una insuficiencia renal, debió someterse a diálisis peritoneal hasta recibir el trasplante renal. Al poco tiempo, se obstruyeron sus coronarias y se evitó el infarto cardíaco. Afrontó cada suceso grave con impactante conformidad y tranquilidad. Nunca abandonó su sonrisa ni su consejo cordial.

El doctor Roberto Proaño Santana, ejemplo de responsabilidad, corrección y amor a sus semejantes, deja el legado incomparable de un ser bueno y excepcional.  Paz en su tumba.

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