El ser humano es el único animal que alarga la dependencia de sus padres después de su vida temprana. A diferencia de otros mamíferos, como los perros que se vuelven autónomos a las 8 semanas, los humanos requerimos de nuestros padres hasta la madurez.
Luego del cuidado intensivo de nuestras madres, pasamos a ser atendidos en guarderías. En la escuela tenemos quien nos indica qué hacer, qué jugar y aprender. El colegio es similar, salvo por nuestra rebeldía instintiva por desobedecer y empezamos a cuestionar nuestra realidad, por ello es que a los 18 años nos declaran adultos: responsables ante la ley por nuestras acciones, aunque la sociedad tiende a ser indulgente con nuestros errores e imprudencias, tolerancia que disminuye a medida que crecemos. A los 18 años una rabieta es tolerada por quienes conforman nuestro entorno, a los 28 años será vigorosamente criticada y a los 38 nuestros propios familiares llamarán a la policía.
Nuestro sistema político, que se supondría debería fomentar nuestra independencia y el desarrollo de nuestros talentos innatos y habilidades adquiridas, nos forza a ser eternos dependientes: niños descriteriados necesitados de líderes que piensen por nosotros y nos indiquen qué hacer. A cambio, nos ofrecen los mismos cuidados de la infancia. ¿Tienes hambre? el Estado te da comida. ¿Necesitas cobijo? El Estado te dará casa, medicinas en caso de enfermedad y todo gratuito. ¿Acaso tú madre te cobraba por cada biberón?
En Ecuador, millones de personas requieren su mamila ideológica y se niegan a pensar por sí mismas. Precisan del gran líder que les dé la frase del día a ser replicada, difundida y defendida contra quienes osen no creer y atacar sin misericordia a quienes se atrevan a blasfemar o cuestionar. Como los canes: cuando uno ataca, todos acometen sin pensarlo; hay que ladrar, morder y esperar las palmaditas emocionales de su adiestrador.
Una sociedad de libres pensadores se convierte en una nación fuerte, una sociedad de fanáticos termina en lo que hoy es Venezuela: pueblos amaestrados que deben abandonar al amo cuando este no le regala comida.