Airbnb es muy pendenciera con las autoridades locales o nacionales que tratan de limitar su accionar, respaldado por asociaciones de “anfitriones” igual de belicosos y ambiciosos, que han creado una nueva burbuja inmobiliaria, inflada por personas pudientes que compran dos o más casas, no para utilizarlas como vivienda, sino para lucrativos y descontrolados alquileres de corta estancia, lo que ha convertido en prohibitivo a millones de familias adquirir departamentos y peor casas para vivir.
El expulsar a las familias, han convertido los centros históricos en sitios nocturnos de alta peligrosidad, handesterrado a las clases trabajadoras a las barriadas pobresy cada noche existen millones de camas vacías, esperando que el próximo turista pague esa desocupación. A toda esta egolatría de mantener a familias en todo el planeta sin acceso a una vivienda pequeña o mediana, de evadir impuestos y controles sanitarios, sarcásticamente le llaman “economía colaborativa”.
Todo lo que hace el hombre sigue su mismo ciclo: nace, crece y muere; y en el mes de mayo la empresa sufrió una brutal caída del 10% en el valor de sus acciones ante el anuncio de un crecimiento más lento y no será de sorprenderse anuncios de un freno de su desarrollo y más cuando grandes imanes turísticos mundiales, como New York, imponen severas restricciones a Airbnb, que la regresan a su concepto original: rentar el cuarto que sobra en la casa donde viven los dueños y no esta orgía inmobiliaria para viajeros de bajo presupuesto o personas que ocultan sus identidades.
Clásico comportamiento agresivo de la plataforma, ha demandado a la ciudad de New York y sus directivos y abogados creerán que pueden suspender las anunciadas regulaciones como lo hicieron con el reglamento que se pretendió aplicar en Ecuador, ante un gobierno desarticulado y un ministro alegremente divorciado del empresariado hotelero, que no encaja con la supuesta tendencia política del partido gobernante, que tampoco puso freno a la informalidad ni ilegalidad que devoran al Ecuador.