Estados Unidos regresa, después de cuatro abruptos y atribulados años, a su cauce. A los valores y principios definidos por los fundadores de esta gran nación hace más de 240 años y que, con el triunfo de John Biden, nuevamente vuelven a brillar.
Y es que la victoria de Biden en los comicios del pasado 3 de noviembre representa dejar atrás el enfrentamiento, la división, la mentira, el odio racial y el insulto como instrumentos preponderantes de hacer política. Estas fueron las armas que usó Trump para llegar y mantenerse en el poder. Todo en función de sus intereses personales que de los Estados Unidos como nación.
Tras conocerse el sábado pasado los resultados preliminares en los Estados de Pensilvania y Nevada, los cuales le permitieron superar el mínimo de 270 votos electorales, Biden habló de una nueva etapa. “Es hora de cerrar heridas, mirarnos y escucharnos de nuevo”, dijo.
A más de la crisis económica y sanitaria provocada por la covid-19, los Estados Unidos están divididos y afectados por conflictos raciales que se agudizaron en meses pasados con los casos de abuso policial. La muerte de George Floyd despertó la ira de la población afroamericana y de quiénes coinciden que ese tipo actitudes chocan frontalmente con los valores de la democracia norteamericana. El triunfo de Biden tiene ese reto. Unir a un país socialmente fracturado y dividido. No olvidemos que aunque el candidato demócrata ganó las elecciones con cerca de 74 millones de votos, Trump obtuvo 70 millones. Sus posturas racistas, anti-inmigratorias, misóginas, religiosas y nacionalistas tienen eco un gran sector de la población. Más en zonas rurales con población blanca que en zonas urbanas con población multirracial. Si Obama pretendió en su momento encarnar el ideal del ciudadano americano, Trump simplemente ha reflejado lo que es en realidad un sector de la población.
Los problemas de abuso policial, el uso indiscriminado de armas de fuego (lo cual ha causado situaciones violentas en centros educativos), deterioro de la calidad de vida de grandes sectores de la población, debilitamiento de los sistemas de seguridad social (Obama Care), pérdida del empleo y decrecimiento económico son temas que debe enfrentar el flamante presidente.
De igual manera Biden tiene mucho que hacer en materia internacional. Es prioritario y urgente un cambio de rumbo. Es decir, un retorno al multilateralismo, mayor apoyo a los organismos internacionales, tratados de desarme y de no proliferación nuclear (acuerdo con Irán es clave) y, de manera especial, al Acuerdo de París sobre cambio climático.A América Latina, la administración de Biden debería darle mayor relevancia. China ha tomado mayor protagonismo en la región y se prevé que en los próximos años afiance su presencia. De ahí que todo lo que se haga en materia comercial, de seguridad, inmigración, fortalecimiento de la democracia y cooperación para el desarrollo es vital.