Mauricio Burbano A., S.I.
Tiempo de releer “Fratelli Tutti”
La encíclica del Papa Francisco “Fratelli Tutti” salió a luz en vísperas de la fiesta de San Francisco de Asís en 2020. Esta encíclica trata de la “amistad social” y “fraternidad universal” desde un llamado a una reflexión que invita “al diálogo con todas las personas de buena voluntad” (FT, 6). Es decir, se trata de un mensaje que se dirige a toda la humanidad y no solamente a la comunidad cristiana católica.
En continuidad con la Doctrina Social de la Iglesia enriquecida por anteriores pontífices, el Papa Francisco enfatiza en la defensa de la “inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o religión” (FT, 39).
Nos advierte sobre los riesgos de un mundo cerrado que construye sus muros a partir de una cultura del descarte de los más débiles, una globalización sin un rumbo común, una comunicación ilusoria dominada por las redes sociales y unas
fronteras que atentan a la dignidad humana ya que “los migrantes no son considerados suficientemente dignos para participar en la vida social como cualquier otro” (FT, 39).
La encíclica no se queda en las sombras del mundo sino más bien nos invita a no perder la luz de la esperanza. Si bien la pandemia nos ha traído mucho dolor, también es cierto que nos permite “rescatar y valorizar a tantos compañeros y compañeras de viaje que, en el miedo, reaccionaron donando la propia vida” (FT, 54).
La pandemia nos ha mostrado que “nadie se salva solo”, dependemos unos de otros ya que “nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes” que sirven desde las áreas de la salud, limpieza, transporte, alimentación, cuidado pastoral, etc. Las actitudes de servicio son una expresión de la solidaridad “que puede asumir formas muy diversas de hacerse cargo de los demás” (FT, 115).
El hacerse cargo tiene relación con una ética del cuidado que conlleva un compromiso personal y comunitario en la búsqueda del bien común. De esta manera, estaremos generando condiciones para construir sociedades abiertas en las que se integre a todas las personas, sin excluir a los más débiles.
En la actualidad mundial, si bien todavía no se ha llegado al 70% de vacunados (porcentaje necesario para el fin de la pandemia según la Organización Mundial de la Salud), la mayoría de países están retomando sus actividades por la necesidad de reactivar la economía. Vale la pena preguntarnos: ¿La reactivación se enmarca en una ética del cuidado?, ¿o más bien estamos en una dinámica del “sálvese quien pueda” que luego se puede convertir en un “todos contra todos”? (FT, 36).
Como afirma el Papa Francisco en su encíclica: “Pasada la crisis sanitaria, la peor reacción sería la de caer aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de autopreservación egoísta. Ojalá que al final ya no estén ‘los otros’, sino sólo un ‘nosotros’” (FT, 35).