La bárbara matanza de más de 70 emigrantes latinoamericanos perpetrada por narcotraficantes en el Estado mexicano de Tamaulipas, fronterizo con Estados Unidos, nos lleva a hacer dos reflexiones: una es el fracaso de las políticas contra el tráfico ilegal de estupefacientes y otra sobre la desesperada voluntad de algunos de abandonar sus países para ir tras el ‘sueño americano’.
El aumento de corrupción y criminalidad que, por causa del mercado norteamericano ilegal de drogas, se viene produciendo en México, Colombia, Perú, Ecuador y otros países es incontrolable. La lucha contra el narcotráfico no puede realizarse solo por el lado de la oferta, debe hacérsela también atacando la creciente demanda. EE.UU. debe decidir: o acomete duras acciones contra vendedores y consumidores de narcóticos, o legaliza el consumo utilizando un sistema de venta controlado que registre a usuarios y les ofrezca tratamiento para cortar su vicio. Ya lo planteó el Presidente mexicano, ahora los líderes de las naciones afectadas, en conjunto, deben exigir del vecino del norte acciones concretas para controlar la demanda de drogas.
El presidente Calderón dijo hace pocos días que la venta sin restricciones de todo tipo de armas en EE.UU. es otro de los detonantes del aumento de la violencia en su país. Los narcotraficantes están mejor armados que los propios policías gracias a la facilidad con que se adquieren ametralladoras o granadas en los estados norteamericanos.
Sobre la emigración ilegal de personas, es hora que la Secretaría del Migrante del Ecuador, enfoque su acción en las áreas del país en donde se produce la desesperada fuga de ciudadanos. Vimos fotos e imágenes televisivas de poblaciones con alta emigración, como Ger en Cañar, donde paradójicamente hay grandes edificaciones de cemento, de los que se han ido, junto a humildes chozas, de los que se quieren ir. ¿Porque no hacer programas que orienten la inversión de los que envían recursos del exterior, para crear empleo y desarrollo, desalentando la emigración y facilitando el retorno?
En vez de abrir costosas oficinas en el extranjero, esa Secretaría debe hacerlo en zonas deprimidas del Ecuador de donde salen los migrantes, no solo para que se invierta en actividades productivas, sino para disuadir a los que se quieren ir, perseguir y castigar a los traficantes de personas que los exponen a condiciones inhumanas e incluso a la muerte.
El atroz asesinato en Tamaulipas debe unir a líderes latinoamericanos para plantear alternativas que acaben con el narcotráfico, y desarrollen las áreas deprimidas de nuestros países, de donde emigran humildes ciudadanos, arriesgando sus vidas.