Es en el país más desarrollado y opulento de la tierra, los Estados Unidos de Norteamérica (USA), en el que se ve con claridad meridiana cómo el costo-beneficio determina la toma de decisiones, inclusive en asuntos tan complejos como los que atañen a la salud. Una vez que más del 80% de los ciudadanos tienen un seguro de salud y dado el prestigio indiscutible de la academia, aquel costo-beneficio es el resultado de la convergencia de intereses económicos y de razones científicas.
Los hospitales norteamericanos en general, ni se diga los afiliados a las grandes universidades, son sistemas de relojería que funcionan a la perfección, al tope en lo científico y administrativo, al día en todo. Operativamente, costosísimos. Es en sus consultas externas en las que se sustentarán las razones por las que un paciente deberá ser hospitalizado. Los exámenes que se solicitan tan solo y únicamente los que respondan al o los diagnósticos presuntivos. Los tratamientos, los aceptados por la academia, por complejos que sean, ‘up to date’ (de ahí que los médicos norteamericanos se vean obligados a leer los ‘journals’, a estar al día). Las auditorías, tanto de la academia como de las aseguradoras. Exámenes innecesarios o de limitado valor diagnóstico; ingresos injustificados a las unidades intrahospitalarias; tratamientos superados por los adelantos farmacológicos, etc., una sangría para las aseguradoras, no dispuestas a gastar un solo dólar más que lo ineludible. Como en los países desarrollados el dolor de pensar lleva a soluciones, en las Escuelas de Medicina de USA se creó la especialidad en Medicina Familiar. En la actualidad son tales especialistas los que atienden a domicilio y tan solo y únicamente cuando es del caso disponen que un paciente acuda a un hospital. En el país más opulento de la tierra se ha ahorrado millones de millones de dólares con tal concurso.
Aterrizando. Desde cuando, con los diluvios de petrodólares que nos caían, se inició un “programa pantagruelino” (OPS/OMS) de construcción de hospitales, hasta el presente, no hemos parado. Millones de dólares destinados a tal propósito tanto por el MSP como por el IESS. Como nadie había pensado en auditorías y el Programa de Medicina Rural fue de tumbo en tumbo, un sistema de referencias, no llegó a los resultados esperados. Un Sistema Nacional de Salud, un sueño que se quedó en el papel. Riadas de la pobre gente golpeando las puertas de hospitales de especialidades. Una de las venas abiertas de un país que le van dejando en cueros ladrones y estafadores. Es en estas circunstancias que se ha creado la figura del Médico de Barrio, el médico familiar, digamos. ¿Estará bien preparado? ¿Al tanto de sus deberes y obligaciones? ¿Vivirá en el barrio? La gente se agrava por las noches. ¿Habrá auditoría de lo que haga o deje de hacer?
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